miércoles, 7 de abril de 2010

FIN DE MI REINADO



TODAS IBAMOS A SER REINAS

A vuestra manera, como las palmeras o las enredaderas del muro más enmarañado, se erigieron como reinas de la casa sin castillo, de las torres sin ladrillos. Como reinas sin trono alardean de sus encantos, de sus trinos y revolotean entre alfombras añejas y sin brillo. No quisieron ser princesas por sus ropajes de tules y candilejas y se ciñeron sin pensarlo las corona merecidas aún a sabiendas que serían reinas por un día.
Con la virtud de la gracia y la alegría reinaron por años el alma que habita mi cuerpo hoy día. Como dulce tiranía que camina en puntillas, aprisiona nuestros cuerpos de abuelos, para clavar certeros puñales de inocente amor, en nuestro corazón. He visto llorar a la abuela sola en su rincón como queriendo arrancar de su pecho toda emoción ¡son mis niñas! dice ella. Mientras se resbala un lagrimón.
Todas iban a ser reinas de mi pequeña nación, se quedaron suspendidas en su polvo de estrellas para dar dos rayitos de luces llamadas apenas, susurrando cada temblor, pedacito de ilusión. Todas iban a ser reinas de mi pequeña nación.
No abandonaron su trono ni su reino, solo dieron espacio a las coronas de laurel que amanecieron en mis brazos llorando lágrimas de cristal con sus manitas llenas de sal y una sonrisa grande, tan grande como la mar. Hoy no han entregado su trono, solo comparten su reinado con las enviadas del cielo, las que constituyen mi única razón. Entrego mi reino, por años elaborado a la disnastía del amor, Sophia y chichón.


Isidora Rodríguez Muñoz Sophia Valladares Muñoz