TODO SE RELACIONA
Lo que otorga a una sociedad una
identidad, aquello que la hace ser como es y determina su rumbo, no es
simplemente la suma de lo que posee o lo que existe en su seno, si no aquello
que considera importante.
Una mirada aplicada nos dará la
posibilidad de reconocer aquello verdaderamente importante y nos esforzaremos
en desarrollar esa parte de la economía, pero debemos tener en cuenta que es
imposible comprender la transformación de las funciones y el propósito de la
economía si la abordamos como un mecanismo aislado. Si aspiramos a comprender
su funcionamiento, debemos abordar este sistema como una fuerza que opera en
estrecha relación con el conjunto de la civilización.
El valor de la vida humana que hasta
ahora había sido el núcleo de nuestra moral, ha caído en el olvido. Los grandes
ideales del saber y de la educación en las naciones industriales son totalmente
inútiles en los continentes que padecen hambre. No satisfacen las necesidades
de sus sociedades. De todos los errores de los países, el más pernicioso es la
educación errada de su juventud. Cuanto más alimentan las industrias y los
gobiernos las esperanzas de las masas miserables con promesas de una vida
mejor, hecha a través de la T.V., la radio y el cine, más rápidamente cundirán
el odio, la envidia y el descontento. Por lo que un pueblo hambriento y con una
pésima instrucción educacional, no escucha razones ni le importa la justicia.
El peligro de morir de hambre, alza al hombre contra el hombre y al ciudadano
contra el gobierno y lleva a las luchas civiles y a la inquietud política.
La miseria de la mayoría rural, aunada
al desempleo en las ciudades, que está alcanzando proporciones explosivas
amenaza, destruir la mayor parte de los efectos del desarrollo económico. Esta
masa humana, en esta gente de ciudades de casuchas en el centro del
proletariado, encontrará en la rebelión su vanguardia urbana. Pues el proletariado
apiñado, esa horda de hombres famélicos, desgajados de su clan, constituyen una
de las fuerzas más espantosas y más radicalmente revolucionaria de un pueblo
colonizado. Si una sociedad libre no puede ayudar a los muchos que son pobres,
no podrá salvar a los pocos que son ricos.
La contaminación de los elementos
vitales del mundo y el embrutecimiento de nuestra sociedad derivan de la misma
causa. La sobre población. El apiñamiento de la gente la vuelve mala y violenta,
su moral mengua y su arte produce monstruosidades detestables. Mata la belleza
y produce fealdad.
La vulgarización del gusto y el depresivo espectáculo de los
grandes conjuntos de edificios de departamentos son parte de la plaga. La
democracia y la propiedad privada tendrán pocas probabilidades de sobrevivir.
La intimidad ya es un lujo que ni siquiera los ricos pueden tener. La explosión
demográfica cubre todo cuanto hace que la vida valga la pena dejando únicamente
los actos maquinales del nacer, trabajar, copular y morir. Los jóvenes rebeldes
perderán todo interés por cualquier cosa que no esté a su disposición
inmediata. Ciertamente, el mundo va al tras pie hacia el futuro, tácitamente,
el individuo se devalúa.
Los gobiernos reconocen las minorías y
las desprecia, por ello se convierten en grupos vulnerables y peligrosos,
porque leen en los demás sus mismas prorrogas y, estos grupos minoritarios se
transforman, empiezan a converger en una sensación de malestar en base al
desarrollo del país en dos aristas bien definidas; el progreso económico y el
progreso tecnológico y se nos dio a entender que eso, era civilizado. El tema,
es que ahora, todos entendemos que civilizado, implica tener desarrollo humano.
Y no lo vemos. Tampoco lo tenemos.
Esta sociedad enmarcada en un sistema económico
y una agenda social desvinculada de las personas, nos muestra el derrumbe moral
público y privado. En tres siglos de progreso los pueblos de este lado
occidental, han logrado cuatro principios más claros que las grandes ollas
hidrográficas que poseemos: ser egoísta. Matar a los otros. Tener poca
integridad. Sentir muy poca vergüenza.