domingo, 19 de enero de 2020

SE APAGA LA CHISPA DE PROMETEO


LA TRAGEDIA DEL PENSAMIENTO

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Ser o no ser. Esa es la cuestión.

La amplitud de nuestro pensamiento, por lo general la relacionamos con la chispa del conocimiento que robo Prometeo a los dioses en la mitología griega.
La paradoja de nuestro tiempo, es que las máquinas nos están robando la capacidad de decidir nuestro destino.

El mundo digital nos está quitando el libre albedrío. Asistido por los robots o algoritmos que habitan nuestros aparatos, por la inteligencia artificial, y el procesamiento de datos, por los gigantes corporativos de internet. Vamos camino a la muerte del ser humano tal como lo conocemos desde el Renacimiento; responsable, autónomo. Se denomina tecno-liberalismo o anarco-liberalismo numérico a esa conducción digital del mundo, y antrobologia, a la nueva condición humana.

La ideología del progreso ha generado dos corrientes muy distintas:
La primera: afirma que ente todo, gracias a los desarrollos técnicos que las sociedades podrían conocer finalmente la prosperidad y el bienestar.
La segunda: pretendía ante todo, favorecer el desarrollo década uno a liberarse de diversos yugos, a determinarse libremente, a beneficiarse del derecho de la educación y al acceso al conocimiento en vista de poder expresar sus capacidades lo mejor posible. Era la libertad humana, así como la pluralidad constitutiva de toda sociedad, la que era defendida.



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Debemos seguir las instrucciones al pie de la letra

El uso masivo de la tecnología comenzó en Japón. La gente escribía mientras caminaba, lo que dio pauta a nuevos comportamientos cada vez más influidos por las tecnologías digitales.
El uso de datos recopilados por compañías privadas para penetrar en los hábitos de los consumidores, por la agencias de inteligencias con fines de seguridad, constituyó una feroz intromisión en nuestra privacidad y libertad.
El lado oscuro de la economía digital, que no ha dejado de manifestar ambiciones desmesuradas, hasta el punto de ir derrotando muchas de nuestros principios políticos-jurídicos fundamentales. En este 2020 ya no es novedad que Internet y las redes sociales nos vigilan y nos manipulan, que los datos que recogen sobre nosotros se usan para vender productos, hacer política o ayudar a los servicios de inteligencia. Todo esto encarna el insolente éxito industrial de este tiempo y que ha generado un espíritu que está a punto de colonizar el mundo, bajo la forma de ecosistemas digitales y de incubadoras de start-up (empresas emergentes e innovadoras), pero lo que no se ve más allá de un modelo económico, es un modelo de civilización que se está instaurando a gran velocidad, fundado en la mercantilización integral de la vida y la organización automatizada de sectores cada más numerosos de la sociedad.

No se desmerecen los grandes aportes en la organización del transporte en la gran ciudad ni en el apoyo y prevención de enfermedades. Sería grotesco no reconocer que los sistemas son a menudo muy útiles. Pero las condiciones de trabajo coercitivo vigente y en la destrucción de tantas librerías y de pequeños comercios que habrá acarreado su desarrollo, en las Ubers, en las repartidoras de comida que no ofrecen garantías a sus trabajadores, tendríamos que preguntarnos si es apropiado, sostener tales modelos económicos que a menudo ofenden la dignidad humana. Debemos estimar que tales prácticas son inaceptables. En cierto modo, no estaremos más dispuestos o llamados a dar instrucciones a las máquinas, sino a recibirlas de ellas.

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Señorita, agradecemos sus servicios, hasta pronto.

Independiente de las ventajas o desventajas que proponga la tecnología, lo que cuenta es entender el desafío estructural y decidir en común, si queremos o no mantener ciertos principios fundamentales que la digitalización del mundo está poniendo actualmente en peligro. Pienso en el libre ejercicio de nuestra facultad de juzgar, el derecho a no ser continuamente reducido a un objetivo de mercado por los sistemas digitales, el uso de nuestra sensibilidad, el respeto a la integridad y la pluralidad humanas. Son cuestiones de orden civilizatorio que deberíamos enfrentar sin demora.
Estamos desvalidos de los desarrollos, que nos impiden pronunciarnos a conciencia y que se presentan como inevitables. Contra este asalto anti-humanista, hagamos prevalecer una ecuación simple pero intangible: cuanto más se pretenda apartarnos de nuestro poder de actuar, más necesario es ser activos.

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¿A quien reemplazar?