lunes, 28 de noviembre de 2011

ALEJANDRO MENDEZ AMUNATEGUI

¿Como reconocer a una persona si somos tantos los que queremos lo mismo?

Escribir no es solo una forma de expresar los sentimientos a nuestras inquietudes en el amor, la desdicha, la vida, la naturaleza y la muerte. Muchos son los temas que se pueden abarcar en las letras. Más, algunas personas, maduran en su interior frutos que alimentan el espíritu de muchas otras. La tinta y el papel, a veces se transforman en gubias que tallan el alma dura del robusto humano que siembra adoquines en su jardín. Un bolígrafo en manos de un niño se transforma en una maravillosa posibilidad de acercarse al mundo del adulto desconocido. Las palabras que adornan la dócil página de un libro, no son solo una aventura de un gran poeta. No solo se constituye como un documento Nobel y atesorado. No solo es un testimonio de verdad y justicia. A veces, y solo a veces, lo que escribes, lo que retratas en rimas y sonetos, simplemente se llama, amor. Y eso es lo que desprendí de los versos de un hombre que solo fue palabras llenas de intensidad, como intensa fue su postura con la vida y el humanismo.

Alejandro Méndez Amunátegui poeta de Lontué. Dejó en los rincones de nuestro pueblo olvidado, toda su dulcera de poema, toda su vitalidad de roble viejo, su visión de futuro de Comuna. Los hombres, como Alejandro Méndez, dejan esta tierra para adentrarse en los corazones de un pueblo herido. Se ha ido. Se ha ido, solo para tenerlo más cerca.
Quisiera haberlo conocido para cumplir su sueño de niño grande. Regalarle lo que lo que le sobra al ocio, tiempo. Ustedes, lo conocieron más que yo, estuvieron más cercano y dibujarán su rostro en todo lo que se le recuerde. Yo por mi parte, le regalaré sus propias palabras:

Quiero comprar un poco de tiempo
no importa la hora
el día ni el mes.

Comprar ese tiempo perdido
que no es computado ni tiene mercado.
Comprar la mañana
y dejar la tarde intocada
para que la noche la cubra después.

Quisiera ese tiempo olvidado
que aún queda en los bosques,
en los valles, los ríos
y que acumula silencios
por años
sin ser advertido.

Y las manos del hombre que se ha ido, nos dejó espacio en textos abiertos para imprimir la fuerza de su legado en nuestras decisiones futuras. Su amor a la tierra postiza es un ejemplo de identidad y natura. Señor y poeta, Alejandro Méndez Amunátegui, sea usted portador de nuestro silencio y déjenos su grito al viento para comprar nuestro propio tiempo. Comprar ese tiempo perdido.