jueves, 29 de noviembre de 2018

¿CON CUANTA RAPIDEZ VIVIMOS NUESTROS DÍAS?

¿El trágico, es un conformista?


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Puede la vida irse, como las hojas de otoño y dejarnos en el olvido.
           

Hay tantas preguntas sin responder y al mismo tiempo haya tantas situaciones que nos obligan a pensar en múltiples soluciones a los problemas que nos aquejan; situaciones familiares, económicas, relaciones sociales, problemas medioambientales y podríamos hacer una larga lista de tragedias que nos preocupan constantemente, por lo que nuestras vidas penden de la capacidad de que las autoridades nos den esperanza en el futuro.

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                   También es extraño pensar en que todo se puede solucionar con oraciones.

Esta es una de las preguntas que contestó el filósofo francés Michael Onfray a una entrevista a un diario en Santiago. La respuesta es sencilla, pero muy dolorosa. “Hay esperanza. Esperanza… ¿Para qué? El filósofo no tiene que preocuparse por dar esperanza. Dejemos eso a los sacerdotes, jefes de sectas, políticos. El filósofo, como el médico no tiene que dar esperanza, sino que hacer un buen diagnóstico y cuando el estado del paciente lo permita, considerar una buena terapia. Hoy nuestra civilización está en una etapa terminal, en otras palabras, no hay medicamentos que valgan.”

Los tiempos se manejan en los escritorios y las decisiones se puntualizan entre dos personas que acaparan para sí el crédito de los resultados, los cuales siempre están determinados. Así la curia mayor de la iglesia, se reúne en sínodos y concilios y manejan las conductas de los hombres para ascender al cielo una vez que dejan esta tierra. El concilio suprime toda trascendencia y ya no desea que el hombre vaya al cielo, que hagan esfuerzo por ello, si no que exige que Dios descienda a la tierra. Prácticamente desea desprender la divinidad al Supremo y predicar la igualitaria condición. El niño ya no trata de usted a Dios, sino que lo tutea. Hablamos de Dios como con los compañeros en el patio. El sacerdote es menos intermediario sagrado en los fieles y Dios, que un animador de la comunidad.

Las divinidades siempre han estado presente en todas las civilizaciones. Ya sea como un ser celestial, terrenal o de las profundidades. Incluso como bestia, fenómeno natural o malas formaciones en las personas y es posible que sean, las divinidades, una de las razones por la perduran ciertas civilizaciones. Una civilización vive mientras pueda defenderse de lo que sea que la pone en peligro. Toda su vida está hecha de esta resistencia a la que quiere su fin.
La vida es como la reunión de fuerzas que resisten la muerte.
La vida de esta civilización se manifiesta a través de esta resistencia que constituye la cultura. Llega un momento en que esta civilización se detesta, se odia, se menosprecia, ama lo que y a los que trabajan en su pérdida, celebra lo que la destruye. Es en esos signos que uno ve que una civilización se fisura, se rompe y cae.

Da la sensación de cierta pérdida del tiempo, pues predicamos con ligereza, el cómo se nos pasa el tiempo. Con cuanta rapidez suceden las cosas. Nos faltan horas del día, pero también está en nuestro consciente, le sensación de cansancio. El ciudadano hoy se apropia de nuevos conceptos, es amante de las sensaciones inútiles. De las pasiones individuales y de la felicidad privada. El trabajo constituye el eje del entendimiento social, es decir consumo. Por lo tanto estar inserto en una sociedad sin estar endeudado, es definitivamente un despropósito. Debemos consumir y consumir. Existen múltiples recursos a los cuales apelar para obtener la capacidad de consumo. El estilo y las emociones son el nuevo paradigma de los nuevos ciudadanos.

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                               Los jóvenes pretenden con gran acierto controlar nuestras vidas

Consecuente con esta forma de vida actual, ese sentimiento tan propio de los humanos como la felicidad, simplemente, no progresa. Nuestro hacer nos crea nuevas angustias y nos presenta siempre un reto permanente, necesitamos trabajo y creación y esto, es difícil. El hoy y el antes son esencialmente dispares. En las anteriores comunidades, No existía la soledad, la vida colectiva protege al individuo. Donde hasta las familias eran signo de unidad, colectividad y apoyo en sus tareas cotidianas. En esta era contemporánea, todo lo rima con placer y hedonismo. Impera la cultura del bienestar. La ligereza es una virtud eterna y necesaria. La ligereza como signo y conducta de prontitud. Nos privamos de la contemplación y la serenidad, donde la ligereza nos presta alas, nos mantiene en las nubes, nos mantiene feliz. Donde el arte deja de ser una expresión sublime.
La vida bajo estas condiciones de indiferencia, el desarrollo de una sociedad como la actual,en una civilización en desarrollo aún perduran valores en la ligereza; la justicia,la verdad, el bien, el mal, la solidaridad. Aún en estos tiempos el consentimiento no es indigno, es humanamente pobre, pese a ser una regla de conducta omnipresente.

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Quizás aún no es tiempo de construir o reparar las situaciones que nos mantienen en un estado de ligereza. Un vivir sin compromiso. un relajo en las nubes. Un sentimiento de placer similar a la eternidad.

domingo, 18 de noviembre de 2018

jueves, 8 de noviembre de 2018

martes, 6 de noviembre de 2018

COSAS DE LA CONCIENCIA


LAS COSAS, LAMENTABLEMENTE, ¡¡ SON ASÍ!!


La conciencia de algunas personas, para nada se agita o se conmueve, muy por el contrario, quedan impasibles. Sean estos comerciantes, empresarios políticos, sacerdotes, militares y gobernantes. Si hay algún grupo que se escapa, al término de la lectura agréguese.

La conciencia no nos molesta por una mala práctica y tampoco fomentamos el análisis de aquellos actos ejercidos a plena conciencia y visiblemente pública, en favor de crear, usar, aprovechar, dar buen uso y racionalizar aquellos recursos naturales, artificiales, monetarios, influencias administrativas, laborales, eclesiásticos y castrenses en todas las áreas sociales de nuestro territorio. Aparentemente actuamos casi por instinto.

La conciencia nos golpea a diario y nos remueve el pensamiento. Aparecen las críticas, los comentarios, los análisis y las comparaciones debido al actuar de personeros e instituciones respecto de los recursos que les son destinadas o administradas con buenas prácticas, en beneficio de los demás o la institución a la cual representan. Nuestra conciencia se debilita por el análisis de aquellas costumbres que nos remueven los principios y de nuestra capacidad de discernir entre lo humanamente bueno y lo definitivamente malo. Entre lo sano y lo enfermo. Entre lo impoluto y lo corrupto. Entre lo fiable y lo inmoral. Entre el beneficio personal mediante el usufructo y el perjuicio colectivo. Entre lo correcto y lo moralmente incorrecto.

                             
                           Ya no basta con rezar o temer a Dios. Tengo miedo de mí mismo.


Cierto es. Indesmentible es que, muchos creen tener su propia verdad y una conciencia bastante estimulada en asumir conductas derechamente repudiadas por generaciones anteriores y que hoy, las reivindicaciones ante los demás las muestran como si fuera correcto. Presentan documentos, firmas, contratos y una serie de cosas que parecen legales, pero no lo son. Queda en el aire un patrón para los demás…. ¿Por qué no? ¡¡ Sí ellos también lo hacen!!

Al parecer solo basta un proceder incorrecto, impune, para que se haga factible para otros. Lo que antes era motivo de escándalo, pecado, delito, fechoría, robo, hurto, estafa, malversación, desfalco, falsificación, desobediencia, contravención, falta, hoy día, se considera correcto y no solo por algunos, más bien esto se está transformando en una situación colectiva. Cada vez, nos sorprendemos más. Tal vez exagero, pero muchas faltas a la probidad se han establecido y descansan en la impunidad y con el beneficio de sus instituciones. Por otro lado y en respuesta a su falta conciencia, es recluido con todas sus garantías domésticas, sociales y técnicas en lugares abiertamente discordantes con las personas con delitos dimensionalmente menores, que se revuelcan en la inmundicia, sufren hacinamiento, hambre, siendo víctimas de apremios constantes, agresiones y violaciones, incluso casos que llegan hasta la muerte.

         
                       Podemos gritar, marchar y protestar pero hay….. conciencias cerradas.


Algo no funciona cuando las altas esferas administrativas fallan en el uso de la conciencia capacitada. Cuando la razón falla ante la avaricia y la soberbia. La debilidad nos estremece ante el orgullo de la riqueza. Los que hacían votos de pobreza y humildad, se visten de forma suntuosa y los manjares desfilan en sus mesas. Mientras inclinan su frente a sus altares que refulgen ataviados de riquezas. Los que juran protección al desvalido, se han apropiado de sus almas. La soberanía y el sacrificio tienen un valor monetario cuyos números  van más allá de nuestra capacidad de cálculo matemático. Los que dispensan comodidad y beneficio a las familias, nos enredan con convenios de tarjetas hasta desangrarnos económicamente.

Tan alta es la inconsciencia de políticos, curas, militares y gobernantes que se han enriquecido a costa de sumir en la pobreza a sus fieles correligionarios, fieles eclesiásticos, fieles servidores de la patria y, estos mismos servidores tan entregados a sus superiores, adoptan por costumbre su pobreza y su capacidad de revelarse ante la injusticia y la pérdida de sus derechos elementales. Asumen, creen, saben, quieren, aceptan, validan que sus superiores los aplasten.
Las cosas lamentablemente ¡¡Son así!! Y con este predicamento se actúa en consecuencia ¡¡Si ellos pueden!!  ¡¡ Yo también!!
La conciencia es estimulada en todos los seres humanos y nos habilita para actuar en razón de ella. Sin embargo, ante la impunidad nos vemos en una horrible y colectiva actitud de hacer lo mismo que los otros. Ver lo detestable y odioso, como algo aceptable y provechoso sin importarme los demás. La poca conciencia o la falta de conciencia, es hoy, un parámetro de conducta social. De acuerdo con esto, más que una esperanza en el progreso, debemos adquirir conciencia en el desastre que nos espera a futuro.
               

Las fuerzas de la inconsciencias se harán presentes en aquellos conglomerados e instituciones que sienta un amor genuino por el orgullo de la riqueza. El poder es sustancioso. El temor es benevolente. El abuso es consecuente. Nada está por suceder, porque nos estamos dando cuenta, que todo ya está sucediendo.