sábado, 20 de marzo de 2021

VOLAR LO MAS ALTO



SIMPLEMENTE SE SUEÑA



Pocas cosas se necesitan para volar. Tal vez, las aves un plumaje adecuado, huesos mas livianos y sus maravillosas alas. Otros en cambio, carecemos de todo eso, pero igual volamos, para eso necesitamos soñar. Transportar el inconsciente y dejarnos llevar a un mundo desconocido, pero que nos acoge. Que nos llena de luces y espacios de enorme hermosura. ¿Será lo que de verdad queremos? Sin embargo, los sueños, por alguna razón que desconozco, se terminan a abruptamente y no vuelven como una continuidad o como un deseo personal. Simplemente se sueña. O en este escrito, se vuela.

He visto en los muros, en carteles, en los vidrios para brisas de los autos el rótulo de "vuela alto" y me he quedado pensando en la posible verdad de este mensaje. De alguna forma que no sabemos, es posible que estemos volando y no nos demos cuenta de ello. Es probable que poseamos una dualidad física terrenal y otra parte intangible, incorpórea, que se mueva a la par y, que no percibimos, que sea como la sombra y que actúa por si misma. Que en momentos determinados adopte la forma de otros cuerpos o que simplemente se transformen en una estrella, o en esa energía abismante que se escapa, de los rayos del cielo, de los truenos, de la fuerza del agua, de los volcanes que pueblan el planeta. Y que está siempre presente, en todas las cosas, en todas las personas, en todos los seres vivos, minúsculos, gigantescos, monstruosos o sutiles.

En el cúmulo de mis años, he visto como la llama de la hoguera se va extinguiendo. Como los árboles se doblegan al paso del tiempo. Como las estrellas entregan su luz al acercarse a nuestra atmósfera. Como el origen de mi existencia hizo polvo y palabra. Como el amor se doblega a la falta de aire y oxígeno. Como la sonrisa cae abatida por los dolores y las enfermedades. Como el cuerpo se te arrebata por oscuras situaciones. Como nos abandona esa energía que mueve tus piernas, esa luz que albergabas en tus ojos, el aurea que rodeaba tu cuerpo, ese saber que estabas presente, aunque no te viéramos.

Vuela alto me repito a cada momento, para entender que no solo somos un pasar, que fuimos un tiempo. Quisiera creer, con todas mis fuerzas que después de dejar el cuerpo, aún se puede volar más alto, para atisbar desde lo alto que dejamos construido o, a lo que nos falto  impregnarle energía. Más que nada, quisiera que esto fuera cierto, por mis amigos, parientes y hermanos, estuvieran siempre lo mas alto en el cielo, para contemplarlos soñando que son, la luz de las estrellas.


TORNERO DE FAMILIA 


Mirando a la abuela hurgueteando los baúles de madera rota, 
recordé aquellos viejos de menguada estatura
y de la mano blanca que cobijó el alma mía en la suya pura. 
Sin muchos saludos 
caminamos variadas estructuras de tierras hacia las cuatro esquinas. 
Trocamos los apellidos para llamarnos a nosotros mismos, familia. 
A caballos en una skoda y domando a los Land Rover 
nos metimos en cada vena un amor sin nombre. 
Mallermo, Puente Cimbra, Constitución y Peyuhue 
 colorearon sus mejillas para alzarse como un gran hombre. 
Siempre un paso calmo como leyendo cada piedra, 
modeló el rubio metal y la madera con paciencia secular.
Devorando millones de letras, reconoció en el diario, 
una fuente que aumentó su caudal. 
Gran señor Don Daniel Córdova, casi a punto de jubilar, 
te damos las gracias por ese torno medular, 
dando forma a una familia muy particular. 
Bajo las sombras de un limonero o 
un sillón de tantas rayas como años, 
tejiste con manos silenciosas ese hilo de metal 
que nos une como un cordón umbilical. 
Tornero de toda una vida te encargaste de mejorar ese entorno familiar. 
Sonríe siempre, ya es tiempo de descansar. 
Quizás los metales se alejaran de tus mesones, más no importa, 
habrán nietos a los cuales modelar. 
Como los metales, como los duros pedregales, 
se rendirán a tus manos expertas, 
a tus ojos avizores a tu mundo de profesiones. 
Dios me dé ojos gentiles y manos agradecidas 
para ser el primero en agradecerte por hacer ese espacio, 
entre tus rincones, para cobijar a los míos bajo tus parrones, 
bajo el alero de tus granadas o simplemente 
entre la calidez de la sonrisa de tu siempre amada miss Alice. 
Seguro de tu inquietud, esto es solo un mirar tranquilo 
a lo que construiste con tanto esmero y sacrificio. 
Mirando a tus hijos, puedes derramar si quieres, una lágrima,  
pues en esta faena, puedes darte por satisfecho de haber cumplido con tu espíritu 
a una tarea, muy bien cumplida. 
¡¡Salud tornero de profesión!