martes, 17 de septiembre de 2013

A algunos, la memoria los condena.

ACTOS DELEZNABLES DE MILITARES DURANTE LA DICTADURA


¿Sabía ud. que Juan Emilio Cheyre, ex Comandante del Ejercito y recién renunciado Director del SERVEL, entregó un niño de dos años, testigo del asesinato de sus padres a manos de los militares, a un convento de monjas?

Esta es la pregunta que hizo un periodista del diario El Mercurio, a la ciudadanía con el propósito de aclarar ciertas dudas respecto del actuar del ex comandante en Jefe del Ejercito de Chile. Este episodio, tan deleznable, como tantos otros, ocurrió en 1973 y Juan Emilio Cheyre guardó en silencio durante 40 años ocupando cargos y puestos públicos, como una persona idónea, intachable, de probidad conductual y actitudinal.

Juan Emilio Cheyre, guardó en la memoria lo que entonces ocurrió; lo trató como un asunto privado, como algo que solo le concierne a él y a los directamente involucrados; pero que no se relaciona de modo alguno con las funciones públicas que él ha ejercido. El caso pertenecería, en su opinión, a él, al niño abandonado en brazos de unas monjas y a los deudos de sus padres asesinados. En la interpretación de Cheyre, los actos del pasado deberían ser reprimidos o relacionados, encerrados en la privacidad de la conciencia, a condición de que no haya dado lugar, como ocurrió en su caso, a una condena penal.

¿Es tan simple olvidar u omitir conductas que son de índoles publica, y que se relacionan con nuestro hacer cotidiano? No.

Ni los austriacos con Waldheim ni los católicos con Ratzinger siguieron la doctrina que hasta ahora se ha aplicado así mismo Juan Emilio Cheyre, guardar silencio, pensar que su pasado es cosa suya y que no merece ni la reflexión ni el escrutinio público.

El problema de Juan Emilio Cheyre no es solo su actuación de hace cuarenta años, pues podría alegar que no era más que un simple capitán que cumplía ordenes y repetía mentiras sin saberlo, si no, su actitud de hoy ante su propia memoria. Una autoridad pública como la suya, en cuyas manos se ha puesto, primero el monopolio de la fuerza, y después, la pureza del Sistema Electoral, procedimiento mediante el cual se forma la voluntad de todos, no puede actuar como si el acto en el que participó fuera un asunto entregado a su pura conciencia, un asunto entre él y Dios. Cosa distinta, este tipo de actos, como lo muestran los ejemplos de Waldheim y Ratzinger, son de índole pública, puesto que en ellos, se muestra como en resumen, el drama de la memoria colectiva.

La memoria de hechos como los que vivió Cheyre no es privada, sino pública. Ella es indispensable no solo para evaluar la aptitud de quienes ejercen cargos públicos y saber cuan fieles serán a los valores y principios que deberán custodiar, sino que además es indispensable para revalorar la memoria colectiva, la memoria de todos, que es la tarea que sigue pendiente en el espacio público de Chile.

¿O acaso ese niño retenido en un regimiento, testigo del asesinato de sus padres y transformado en expósito con la colaboración de Cheyre, quien no obstante, llegó ha ser Comandante en jefe y luego custodio del Servel, no merece el discernimiento público?

Es probable que Cheyre racionalice ese acuerdo pensando que la entrega de ese niño habla bien de él y de su bondad, y que cuando calla da una muestra de modestia moral. Pero alguien tiene que decirle que no es así. El hecho del que participó ni es digno de estima, ni su actitud encomiable, ni su silencio aceptable, ni su memoria algo que le pertenece solo a él.

Waldheim; Diplomático austriaco sirvió en una división del partido nazi, por lo que fue investigado por su pasado relacionado con crímenes de guerra, no se encontró evidencias, pero el dictamen final fue que, Waldheim debe conocer más de lo que está dispuesto a admitir.
Ratzinger; Pontífice católico renunciado también fue vinculado a las juventudes nazis y su caso se ventiló en la luz pública.


sábado, 7 de septiembre de 2013

UN ANHELO DE TODOS








 







Una asamblea o congreso constituyente es un organismo colegiado que tiene como función redactar la nueva constitución, dotado para ello de plenos poderes o poder constituyente al que deben someterse todas las instituciones públicas. Se suele definir, por algunos textos de ciencias políticas y sociales como la "reunión de personas, que simbolizan el pueblo ejerciendo su autoridad de mandatario, que tienen a su cargo ejercer la facultad de legislar, para editar una nueva ley fundamental y las nuevas líneas de la organización de un Estado, que modificarán los prototipos ya existentes". En este entendido, la asamblea constituyente se constituye en un mecanismo popular y democrático, para la configuración de un nuevo modelo de legislación constitucional y de organización del Estado.
No se trata de generar enmiendas constitucionales propias de las funciones de los parlamentos, sino de transformaciones radicales, orientadas al cambio de sus estructuras básicas. Fuente; Wikipedia.




¿Por qué asamblea constituyente?


Muchos piden asamblea constituyente y muchos deben saber en que consiste una asamblea constituyente y, cuales son las implicaciones para el resto de los ciudadanos. Qué cambiará esta situación, está por debatirse. Pues las necesidades políticas son tremendamente importantes y las necesidades sociales están carentes en esta constitución, por lo tanto, esta petición constituye básicamente en cambiar la Constitución Política del Estado de Chile que hoy nos rige.
Los que piden asamblea, deben estar considerando el como realizar dicho evento y de como educar al pueblo para que esta, no se convierta en una actividad social donde una serie de improvisados puestos de venta de cachivaches y comida rápida se tomen las calles, mientras unos pocos cumplen con el deber cívico implícito de la demanda ciudadana. No basta con realizar algunos cambios para dejar conforme a todos.
Son muchas las demandas que deberían reformularse y ciertamente, estas demandas no serán de plena compatibilidad entre ciudadanos y legisladores, pues estarán reguladas para evitar el libertinaje y el resguardo de los intereses comunes como país y también los personales. ¿Quiénes estarán conformando este grupo selecto de legisladores? ¿Quiénes elegirán a estos personeros letrados? ¿Los honorables permitirán el cese de sus funciones en el Congreso con la consiguiente incertidumbre? ¿Este tiempo o estado de inestabilidad, de seis meses a lo menos, lo soportaremos?
Debemos considerar que la Constitución, no contempla bajo ninguna condición o situación, realizar una asamblea constituyente. Por lo tanto, vamos en contra de nuestra constitución y también en contra de nuestros predicamentos políticos y sociales, toda vez que protestamos, lo hacemos por que no se respetan nuestros derechos constitucionales.
Es probable que muchas cosas sucedan en el transcurso de una hipotética «asamblea constituyente». Habrán personas disidentes y con justa razón. Por otro lado, los que estén a favor de los cambios harán sentir sus gritos de júbilo. Será este escenario ¿Una situación de inestabilidad social? ¿Un desorden o caos callejero? ¿Seremos capaces de callarnos cuando no hay nada que decir? Y en el posterior plebiscito ¿Concurriremos «todos», sin excepción, al evento que nos permitirá aceptar el condenarnos o liberarnos del gran peso que hoy nos aqueja?
Sin lugar a dudas, este es un gran tema y los presidenciables manejan este tema a conveniencias electorales, a sabiendas que existe un gran riesgo el asumirla. Sin embargo, es menester un cambio a la Constitución en aquellas cuestiones que nos dejaron de brazos cruzados y en la indefensión por personeros de la dictadura. Todos quisiéramos una Constitución «a la medida», pero sabido es, que no podemos darle el gusto a todos. ¿Entonces?
La tarea y la absoluta responsabilidad, estará determinada no por el grupo de personas encargadas de redactar una nueva Constitución y las reformas o alcances a los puntos que sean necesarios. Más bien la compromiso más serio, recaerá en nosotros, en la comunidad, en la sociedad, en el país y, en este caso no tendremos, como dice el refrán, «derecho a pataleo». Podemos hacer historia, en la medida de pensar bien las cosas, ser razonables y consecuentes. Por mi parte, soy un legítimo partidario de los cambios y así lo he dispuesto cada vez que puedo y tengo la oportunidad de estampar mi opinión. Pero estoy consciente de las limitaciones del pueblo, pues no hemos logrado consenso en pequeños esfuerzos, en gestiones locales, en intereses comunes, en trabajar en pos de un solo objetivo, de un sola meta como el de la comuna para Lontué, por ejemplo. ¿Lo haremos entonces por el prójimo o por el país donde el abanico de opiniones es millones de veces distinta a la nuestra? ¿Entonces cual es la pregunta? Por que lo concreto es, si seremos capaces de asumir con mentalidad cívica una asamblea constituyente que cambiará la historia de nuestro país, para bien o para mal.
La dictadura, pensada por el fundador de la UDI, el cerebro maquiavelo de Jaime Guzmán, fue capaz de pensar incluso en liberar de cargos de violación a los derechos humanos que se cometerían por esta acción de militares en la Constitución redactada con fines determinados y polarizados en terminar con el pensamiento revolucionario. Una asamblea constituyente es necesaria para terminar de una vez, esta forma de dictadura en el papel y que todavía nos tiene sometidos. Por la memoria de tantos caídos, desaprecidos y torturados...¡Si a la Asamblea Constituyente del pueblo!