domingo, 9 de junio de 2013

TE ENCONTRE ENTRE LOS CUERPOS

POESIA ENTRE CUERPOS

Sin duda, los griegos cultivaban la adoración por el cuerpo. De la misma manera, los grandes artistas del renacimiento, plasmaron esta conducta en sus bellísimas obras de esculturas en alabanzas al cuerpo humano y sus virtudes. La historia antigua y las principales teorías de la creación del hombre, lo retratan como un ser perfecto. Tanto en su estructura externa(lo físico) como en la morfología interna(lo psíquico o mental, espiritual). De la misma manera, la cristiandad representa el cuerpo humano como el templo de Dios y por estos días, el cuidado de nuestro cuerpo está determinado por las conductas de la buena alimentación y el ejercicio sano y equilibrado. Ciertamente hemos cambiado, los motivos, los fines a los cuales apuntaba este cuidado corporal. De ser una semejanza a un Dios supremo, pasó a convertirse en ofrenda a dioses morfológicos. Posteriormente representaba la excelsa habilidad y belleza natural en los juegos olímpicos griegos. El cambio de actitudes nos sorprendió utilizando nuestros cuerpos pintados y tatuados como incentivo a nuestros pares femeninos y como una forma de atemorizar a nuestros enemigos tribales.
La modernidad y la abismante lejanía de este singular culto al cuerpo, nos tiene la anatomía como una paradoja. No citaremos ejemplos para no herir susceptibilidades.








Sorprendido mirando el cuerpo ajeno y sobre todo las manos con las cuales escribo, dejé estampado estos versos sin cuerpo, sin esqueleto.


MIS DEDOS
   

     Por pura casualidad
     me puse a contar mis dedos,
     casi todos ellos presentan
     caminos circulares inconclusos
     alrededor de las coyunturas.
     Tal vez por el excesivo uso.
     Tal vez,la piel ya no esté tan estirada.
     Tanta línea es un enredo.
     Sobresalen mis venas inquietas
     por sobre los tendones.
     Los muevo para cerciorarme de su voluntad.
     Todos son diferentes, se pueden abrir,
     se pueden cerrar, los entrecruzo,
     pellizco el papel, ejercito apretones.
     Tres articulaciones con un terminal llamado uña.
     Giro la mano me cambia la piel,
     todos ellos marcados con cortos paralelos.
     Contraigo cada uno de ellos uno por uno,
     formando un puño. Me siento genial.
     Sorprendido de tal hallazgo huesudo y carnal,
     les remarco su sombra fantasmal.
     Más todavía, cuando me entero,
     que cada uno se nombra
     en un ejercicio añejo y local.
     De un extremo a otro los puedo nombrar.
     Meñique, menudo y cristal.
     Con oro y plata el anular le toca pasear.
     Junto al del corazón, el índice se destaca,
     pero igual, el meñique tan distante
     se toca con el pulgar.
     Son mis dedos tan extraños
     que no los dejo de admirar.
     Delicados y fieros, cómplices y prestos a delatar.
     Todos se prolongan del carpo,
     falanges te suelen llamar.
     Son mis dedos tan extraños,    
     que a ellos me he de acostumbrar.







     ANATOMIA


    Pensando en tí, en la figura que con mis manos recorrí,
    te modelé a mi antojo y aprendí lo que Watember Uribe
    con tanto esmero trató de inculcar en mí.
    Besé la punta de tus cabellos que pegados a tu cuero cabelludo,
    olían a sauce y manantial.
    Como racimo de uvas cubrían tu nuca, el occipital,
    tu punto débil que bien supe explotar.
    Temporal y parietal en unión, falsa articulación
    da origen al frontal que cobija dos perlas negras,
    tus ojos, en cuenca orbital.
    La perfecta línea central de tus carnosos labios,
    la determina tu tabique nasal.
    Como pomelos graciosos y avergonzados
    por recibir su primera caricia labial.
    Brillantes y sobresaltados
    tus rojos pómulos no los puedo olvidar.
    Recuerdo, querer robar con un roce de mis dedos
    tu gracioso mentón angular.
    Reúno mis debilidades y fortaleza
    para dar forma al principio de tu cuerpo, tu cabeza.
    ¡Que manera de pensar!
    Comprometido hasta el cuello me ahogo en mis propias caricias,
    voy por tu clavícula presto hasta los hombros,
    solo para respirar.
    Sorprendido y fugaz, detuve un ósculo perfecto
    que te iba a dar en tus pechos abiertos de par en par.
    Carpo, metacarpo y dedos se reunieron a protestar.
    Cual sonora radio me llegó su palmar,
    sostenido por un cúbito y radio singular.
    Humillado quise volver a empezar.
    Mencionases unos números que no alcancé a escuchar
    y tu húmero largo y tibio se volvió a mostrar.
    Un sin número de huesos forman tu columna vertebral,
    treinta y dos discos me atreví a contar, desde el coxi al occipital.
    Los conté lento, despacio, no quería terminar.
    Un tronco encabritado de cosquillas
    dio paso para contar de nuevo tus costillas.   
    Doce a cada lado tuve,que deletrearlas entre falsas,
    flotantes y fijas, todas pegadas  a la columna,
    en tu espalda lo que es un prominente don,
    imposible de soslayar.
    Por el frente, algunas unidas como yo, al esternón.
    A esa altura me tiritaban hasta las rodillas,
    por un mal oficio de querendón.
    A propósito de mis piernas, no las sentía.
    Recorría el espacio infinito de las tuyas.
    Mis manos llegaron a tu cintura y perdí la línea entre tus curvas.
    El isquión enloqueció de frenesí.
    Tu pelvis marchitó mis dedos.
    No supe que hacer, me detuve para no caer.
    Como el árbol sacude sus ramas para botar las hojas muertas,
    así te agitaste y dejé caer mis dedos
    por la línea interminable de tus muslos apretados.
    Al interior de tu fémur, me entregué al albur de tus designios.
    De nuevo las articulaciones me hicieron una zancadilla
    y mis manos sin saber como, llegaron a tus rodillas.
    Secretamente torneadas con mis manos se mostraban
    lujuriosas y encantadas.
    Tibia la noche, sin un reproche me acordé
    por primera vez de una parte corporal, el peroné.
    Tu hueso frontal la tibia, sostenía bajo su dominio el talón,    
    el tobillo y su vasallos casi siempre encarcelados,
    los dedos de tus píes, al igual que en las manos,
    pero al revés.
    Soñaba toda tu figura corporal,lo aprendí de memoria
    en una sola lección primaveral.
    Hasta los píes fueron primor a la hora de caminar.
    Quinientos setenta y cinco besos estampé la primera vez.
    La segunda vez, me quedé sin labios.
    Recorrí miles de veces las curvas de tu piel
    hasta perder la yema de mis dedos.
    Te conté doscientos catorce huesos desde la cabeza hasta los píes.
    Un esqueleto óseo que da todos los días
    un movimiento perfecto a toda tu anatomía, a tu caminar.
    Una lección de amor que repito día a día,
    es tu anatomía singular.