LA TRAGEDIA DEL PENSAMIENTO
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Ser o no ser. Esa es la cuestión. |
La amplitud de nuestro pensamiento, por
lo general la relacionamos con la chispa del conocimiento que robo Prometeo a
los dioses en la mitología griega.
La
paradoja de nuestro tiempo, es que las máquinas nos están robando la capacidad
de decidir nuestro destino.
El mundo digital nos está quitando el
libre albedrío. Asistido por los robots o algoritmos que habitan nuestros
aparatos, por la inteligencia artificial, y el procesamiento de datos, por los
gigantes corporativos de internet. Vamos camino a la muerte del ser humano tal
como lo conocemos desde el Renacimiento; responsable, autónomo. Se denomina
tecno-liberalismo o anarco-liberalismo numérico a esa conducción digital del
mundo, y antrobologia, a la nueva condición humana.
La ideología del progreso ha generado
dos corrientes muy distintas:
La primera:
afirma que ente todo, gracias a los desarrollos técnicos que las sociedades
podrían conocer finalmente la prosperidad y el bienestar.
La segunda:
pretendía ante todo, favorecer el desarrollo década uno a liberarse de diversos
yugos, a determinarse libremente, a beneficiarse del derecho de la educación y
al acceso al conocimiento en vista de poder expresar sus capacidades lo mejor
posible. Era la libertad humana, así como la pluralidad constitutiva de toda
sociedad, la que era defendida.
Debemos seguir las instrucciones al pie de la letra |
El uso masivo de la tecnología comenzó
en Japón. La gente escribía mientras caminaba, lo que dio pauta a nuevos
comportamientos cada vez más influidos por las tecnologías digitales.
El uso de datos recopilados por
compañías privadas para penetrar en los hábitos de los consumidores, por la
agencias de inteligencias con fines de seguridad, constituyó una feroz
intromisión en nuestra privacidad y libertad.
El lado oscuro de la economía digital,
que no ha dejado de manifestar ambiciones desmesuradas, hasta el punto de ir
derrotando muchas de nuestros principios políticos-jurídicos fundamentales. En
este 2020 ya no es novedad que Internet y las redes sociales nos vigilan y nos
manipulan, que los datos que recogen sobre nosotros se usan para vender
productos, hacer política o ayudar a los servicios de inteligencia. Todo esto
encarna el insolente éxito industrial de este tiempo y que ha generado un
espíritu que está a punto de colonizar el mundo, bajo la forma de ecosistemas
digitales y de incubadoras de start-up (empresas emergentes e innovadoras),
pero lo que no se ve más allá de un modelo económico, es un modelo de
civilización que se está instaurando a gran velocidad, fundado en la
mercantilización integral de la vida y la organización automatizada de sectores
cada más numerosos de la sociedad.
No se desmerecen los grandes aportes en
la organización del transporte en la gran ciudad ni en el apoyo y prevención de
enfermedades. Sería grotesco no reconocer que los sistemas son a menudo muy
útiles. Pero las condiciones de trabajo coercitivo vigente y en la destrucción de
tantas librerías y de pequeños comercios que habrá acarreado su desarrollo, en
las Ubers, en las repartidoras de comida que no ofrecen garantías a sus
trabajadores, tendríamos que preguntarnos si es apropiado, sostener tales
modelos económicos que a menudo ofenden la dignidad humana. Debemos estimar que
tales prácticas son inaceptables. En cierto modo, no estaremos más dispuestos o
llamados a dar instrucciones a las máquinas, sino a recibirlas de ellas.
Señorita, agradecemos sus servicios, hasta pronto. |
Independiente de las ventajas o
desventajas que proponga la tecnología, lo que cuenta es entender el desafío
estructural y decidir en común, si queremos o no mantener ciertos principios
fundamentales que la digitalización del mundo está poniendo actualmente en
peligro. Pienso en el libre ejercicio de nuestra facultad de juzgar, el derecho
a no ser continuamente reducido a un objetivo de mercado por los sistemas
digitales, el uso de nuestra sensibilidad, el respeto a la integridad y la
pluralidad humanas. Son cuestiones de orden civilizatorio que deberíamos
enfrentar sin demora.
Estamos desvalidos de los desarrollos,
que nos impiden pronunciarnos a conciencia y que se presentan como inevitables.
Contra este asalto anti-humanista, hagamos prevalecer una ecuación simple pero
intangible: cuanto más se pretenda apartarnos de nuestro poder de actuar, más
necesario es ser activos.
¿A quien reemplazar? |