CALETA
LLICO
Tan
delicada en su diminuto espacio
parecen
que las rocas salinas apenas florecen
al
ritmo de las olas.
Los
cipreses inclinados desde la altura
observan
como crecen los botes en su captura
de
peces y espuma.
Una
puerta tras otra
se
abre con sus habitantes marinos
y
sorprende la dulzura
de
la mujer
del
pescador maulino.
Anclado
al tiempo
los
maderos han dejado su traje lustros
y
hoy se cubren de caracoles,
sal
y renombre.
El,
quiso ser muelle en la caleta Llico,
donde
las gaviotas y cormoranes
le
dieron titulo de esqueleto marino
.
Mientras
San Pedro lo vigila
para
que no le falte el viento
y
los botes se rindan de pasajeros.
La
caleta Llico se viste de colores
y
mis pasos tan húmedos
como
la arena se quedan en los recuerdos.
Los
huiros se alejan
al
compás de las olas
y
dejan entrever como se aferran
a
la roca negra y tan olorosa.
Tan
delicada en su diminuto espacio,
la
caleta silenciosa
te
acoge entre sus brazos.
Me
quedo a tu lado
aspirando
tu cuerpo salino
y
cuando ya cae la tarde,
me
pierdo entre los pinos.
El
graznido de las gaviotas
y
el llanto de sus olas
me
despiden viajando a mi lado
en
su estrecha desembocadura.
Te
miro desde lejos
y
solo atino a tus casas blanqueadas
y
sus cardenales coloridos.
A
través de la laguna Torca,
me
interno a mi caleta Llico.
TORCA, MI BELLA TORCA
Un ojo inmenso desde la cima
totoras, entre las taguas y los cisnes de la
aurora. Quebrando los peces tu pupila
jugueteaban con los insectos
tempraneros, me detengo para saludarte
con un gesto al viento.
Herida entre terraplenes
viajas a morir cerca de los maitenes,
arrastrando tu serpentear de guas
hasta las sombras risueñas de
tus hermosos pinares.
Sorprendidas las zarzamoras
cambian los colores entre los atardeceres
y la costumbre de los terrenos ocres.
Los cerros te reverencian
con sus clamores de bestias apacibles
que visitan entre rumiar de hierbas
tus aguas salobres.
Entre pedestales de cipreses milenarios
me sumí en las cavilaciones propias de un enamorado
de tus residentes tan variados.
Quilas, litres, molles, cardos y sembrados
dan un paisaje incomparable, soñado.
Torca.
En ti vacié mis mejores tiempos.
Desprendí de los duros viejos,
cariños sanos a los cuales me acostumbré.
También fue el tiempo
de acoger el sufrir por el vuelo tierno
del gorrioncillo que abandono su matriz.
Torca te confundí con un mar de lágrimas
y por eso me aferré a ti.
Vuelvo con el paso cansado
a beber de tus almendros,
a cobijarme en los lanares que salen a mi encuentro,
en los perros que saltan de sus aposentos.
Se encienden los fogones con leños pacientes,
que derraman sus colores en flamas
que se pierden en el firmamento.
Desterrado por años entre
los distintos paisajes de mi encierro,
solo para compararte;
la serenidad y la paz solo pueden igualarte.
Siempre deslumbrante ante la despedida y la muerte
no tiembla tu semblante .
Serena torca,te comunicas entre aires
y los quehaceres de Elena,
la que fuera entre los delirios y su experiencia,
como tu madre.
Conocida desde siempre
te cobijas entre sus pechos mustios
como a mi, en cada uno de tus atardeceres.
Torca, mi bella Torca no te desesperes.
Mi llanto de cerros se desprende por las
quebradas entre las colihues
para quedar confundido en las cristalinas aguas
de tus rincones.
Reverencias
entre los aromo de la costa
te saludan por la gracia de tus telares,
por los pequeñísimos soles que
se cuelgan de sus ramales.
¡Hay!
De las hualas y su reclamo irreverente,
de tus alas parduscas, de tus gambuzas
cuando se quedan en los gredales
lejanas de tus turgentes aguas.
Torca, mi bella Torca.
No te acerques
por los arenales.
Dejarás caer la luna
en tu manto celeste
para leer la huella del coipo viajero.
Me sumiré en tus brazos
como huérfano de cariño
y he de limpiar mi piel
citadina acostumbrada a las
auroras pálidas,
para confundirme
con tu sombra
más allá de los sauces
avergonzados de soledad.
Cansado de sostener el cielo
estrellado derivo a las tejas rojas de Elena,
donde en plato
hermoso te espera
un conejo como resultado de la caza y su aderezo.
Torca, mi bella Torca
¿Cuales son tus secretos?
Regreso por los caminos donde encontré los eucaliptos,
les saludo su piel brillante y su estar enhiesto.
Son los mejores compañeros para enjugar tus inquietudes
pues no las tiran al suelo una vez que te has repuesto.
Son leales, se quedan a la vera del camino
resueltos como los oficiales.
Sacudo mis ramas
desprendiendo tus imágenes
para dejarlas cercanas
a los que regresan de vez en cuando
a internarse en los batrales
y compartir una charla un poco sutil
con los siete colores
que te escuchan desde los mástiles
de los totorales.
Torca, mi bella Torca.
Eres como los umbrales.
Mañana resolveré mis líneas para encontrarme de nuevo
entre el asfalto, entre los cristales.
Beberé otras noches llenas de poco encanto,
de sirenas y luces locas.
Entorpeceré mi alma
de saludos matinales de las vidrieras y los ventanales.
Mis pasos serán la línea recta
de la discordia y los desaires.
Los amores falsos marchitarán la sonrisa
que me entregaste entre tus acordes
de mares y aserraderos de cinta y espirales.
Otros perros mostrarán sus dientes
y su pelaje mal oliente,
me encaminarán sin oriente,
hasta perderme en otras latitudes.
Torca, mi bella Torca
¿Qué será de tus virtudes?
Laguna Torca
de la costa desmembrada, la de aguas compartidas,
la de aguas sin memoria, la que en el vuelos de sus cisnes
relata toda su historia.
Laguna Torca
sin tus aguas me marchito
como las moras de tus riveras,
como los boldos perfumados
cuando les llega su hora..
Torca, mi bella Torca
¿Cómo estas ahora?
Te extraño
como los almendros y sus vainas,
como los caminos polvorientos
o las huellas tutelares.
Te extraño como a los besos toscos de tus personajes.
Te extraño como a los huairavos
y su transitar por los humedales de tus costados.
Torca, te pierdes entre la bruma de las mañanas
para aparecer de nuevo entre los totorales.
Te expresas en tranquilas aguas
con tu lenguaje de experiencia retratada.
Herida en tus rincones y aferrada a los terraplenes
te miré cada vez que pude con lágrimas en los ojos.
Torca, mi bella Torca
¿Cómo puedo olvidarte?