viernes, 2 de febrero de 2018

MENTES BLANCAS. MENTIRAS BLANCAS.



DA QUE PENSAR UN TRAJE OSCURO.





La mente en blanco. Es lo que me sucede de vez en cuando. Mi mujer, señora, esposa, pareja, cuando así me encuentra suele preguntar ¿Qué estás pensando? O más dulcemente ¿En quién estás pensando?
Muchas situaciones parecidas se repiten en todas las personas cada día. Algunas situaciones son de cuidado, pues posibilitan el aislamiento familiar o soledad social. Otros casos más sencillos se presentan cuando alguien se “vuela” y se pierde su mirada en un punto lejano, o no atina a una respuesta con prestancia cuando se le solicita, en una conversación cualquiera. Hay casos críticos ciertamente, como aquellos que se aferran a su pasado más marcado. Algunos dicen que “todo pasado fue mejor”. Pero podemos discutir sin acalorarse, tal punto de opinión.

El pasado ciertamente nos puede marcar, sobre todo si de él, dependemos para establecernos en el presente. Sencillamente algunos de nosotros, recurrimos a las experiencias del pasado para “hacernos ver” entre la vorágine de la ciudad, las opiniones, las nuevas tecnologías, cambios económicos, la inestabilidad religiosa, la corrupción en todas la esferas sociales, incluyendo la mala imagen de la justicia o en su resolución justa.

Como antaño, los lineamientos son los mismos, la polarización de las opiniones o las miradas dispares a un mismo problema. Empeñados en hacer parecer que todo el presente está mal, siendo que el pasado los condena de forma atroz al ser parte importante o de alguna manera, involucrado en el silencio mortal, que cubrió gran parte de nuestro desarrollo democrático. La diversidad de opiniones, dirán, nos enriquecen, nos fortalecen y nos enseñan a no repetir los males y obrar en consecuencia.

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El repudio de la gente ante el silencio encubridor.

No reconocer la verdad, los hechos irrefutables, la historia escrita o los testimonios de personas que nos relacionan con hechos deleznables durante años, no solo es inmoral, es un crimen no testimoniar y no califican en veracidad cuando se refieren a otras situaciones al frente de su vereda, con el dedo acusatorio y con la mente en blanco para con otros. Cito solo a dos personas de las muchas que podrían nombrarse; Sergio Melnik y personajes como el obispo Juan Barros, son sencillamente, una ofensa de género. Es extraordinaria su capacidad de mantenerse incólumes ante tanta evidencia. El señor Melnik tiene acuestas y en conciencia, el sufrimiento de más de cuarenta mil personas mientras estuvo en la administración del gobierno en dictadura. Por su parte el Obispo Juan Barros, no inclina la cabeza ante el silencio de tantos abusos de menores mientras fue cercano al emblemático abusador Fernando karadima, inscrito en un listado de más de mil ochocientos sacerdotes involucrados en abusos de menores durante años. El Obispo Barros y su par, el señor Melnik, quedan en blanco cuando se les recuerdan sus participaciones en hechos cuestionables a todas luces. No se trata de comentarios de boca en boca o por desidia de la gente. Hablamos de personas. Muertos en las calles, tirados al mar, dinamitados, torturados, violados y humillados en actos bestiales y demenciales. Delitos silenciados por la máquina del poder. Se han preguntado cuantos niños quedaron desamparados. Se preguntan ustedes, que motiva a estas personas actuar de manera tan baja. Tal vez no sean los mismos niños que fueron abusados por sacerdotes de nuestra iglesia, pero se tragaron su inocencia, despojados de sus virtudes de la manera más atroz, la violación. Para estos “señores” que predican por la televisión, los medios escritos y delante de un altar, callan su propia verdad. Silencian sus propios pecados, aclamando el logro de sus pares, denostando a los que no son de su rebaño. Nubarrones en el cielo, “mala cosa”, decía mi abuelo.



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Sergio Melnik con Alvaro Corvalán.

Tal vez no sea necesario confesar abiertamente ciertas cosas, pues la opinión pública ya les dictó su condena. El repudio de la sociedad y el aislamiento en su cofradía, debería ponerlos a recapacitar sobre su participación en los actos tan perversos por los cuales se les cuestiona su participación social en los tiempos presentes. Tal vez sea necesario para calmar las aguas agitadas en este mar de opiniones, dar un paso solemne al costado o simplemente, retirarse a largos periodos de meditación y a una comunión espiritual con el Todopoderoso y esperar con resignación el perdón de las víctimas que dejaron estigmatizadas.

¿En qué estás pensando?       O       ¿En quién estás pensando?

Es probable que ella, mi esposa, no sepa la respuesta. Bueno, tampoco yo sé la respuesta. Lo cierto que ante estas y otras temáticas tan delicadas, mi mente se queda en blanco. La capacidad del ser humano para infligir sufrimiento a sus semejantes es increíble y con ello, increíble también lo es, su capacidad para la insensibilidad. Increíble la postura de la justicia social y de la justicia clerical. Por ahora, ¡¡es increíble!! Pienso……. y mi mente está en blanco.

¿Sabe usted que es efebo filia? O ¿conoce el término pedofilia?


Ambos conceptos se refieren a delitos ocasionados en menores y la iglesia, probablemente los vestirá de colores y dulcificara sus consecuencias con el propósito de aminorar las culpas de sus hijos de sotanas. La opinión pública, como siempre se cuestionará y pensará que son males menores, quizás hasta permitidos por estos seres elegidos para citar las escrituras sagradas. Para mí, en lo particular, sagrado son mis derechos a ser respetado y considerado como lo somos todos en esencia, seres humanos. Por eso, cuando pienso en el listado de detenidos desaparecidos y en el listado de los sacerdotes abusadores de menores. Tanto pecado sin arrepentimiento, tanta humillación sin reparación, tanto dolor en cuerpos inocentes, tanta perversidad en seres semejante, hijos de Dios, miembros de la iglesia. De verdad, mi mente queda en blanco.

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