Las flores son inspiración, lo mismo las mujeres quienes visten sus mejores galas para seducir con sus aroma y con su cuerpo cuando lo mueve el aire. las flores están en todas partes a su vez un lugar con la ausencia de una mujer, es solo eso, paisaje. Una flor al pelo o en el ojal de un regio terno, hace que aflore la elegancia a los cuerpos de uno o de otro.
Las flores son eternas, con su tallo sinuoso o espinoso, con sus hojas llena de nervios, con sus pétalos coloridos. Una mujer desde la virtud de compañera e inspiración, son como las flores; suaves y coléricas. Histéricas amantes de sus raíces. Sus colores son la paleta del más inspirado de los acuarelistas. Mujer y flor. Flor y mujer. Amor y aroma infinito.
LA FLOR HERÁLDICA
De entre los abrojos nació la
esperanza
hecha rama vegetal
afirmándose al aire
extendió sus guías
y del cielo apareció la luz
que maduro sus yemas
y de un brinco
apareció la lis.
y su cuerpo delgado.
Clamo por agua,
vino una doncella
a vaciar su cántaro en ella.
Se multiplica en cada primavera
y como un canto dulce
se deja abrazar cada tarde
hasta dormir creyendo saber
si los colores los podrá retener.
Por la campiña
entre los pastos secos
se asoma el lirio intercambiando
colores
con las mejillas de la niña que ve.
Ella le reparte besos
a cada pétalo que adorna su tallo
y la lleva al cuarto
y en florero de cristal celeste
la acuna como si fuera un sueño.
A la niña, desde el umbral
le viene un estremecimiento
tan dulce como agrio.
¡Vaya, una flor de lis!
Tan hermosa, preciosa y delicada como
tú.
Conmovido el lirio
inclino su tallo y sus colores
escondió
se quedó allí
hasta que su rubor se transportó.
Isabel feliz se los arrebató
y beso a beso
a su príncipe de felicidad lo colmó.
¿Lis murió?
No. A otro amor de colores lo vistió.
FLORESTA
Desprendió sus pétalos
como acto reflejo a la tibia caricia
de un astro ruborizado
por la felonía de anunciarte el día.
Temblando como si fuera una párvula
gardenia,
una a una cayeron sus ropas
sobre las arenas primigenias.
descubrió lanzas de fuego
a las cuales rindió su piel de verde
azucena.
Cual reverencia sometió su tallo,
luego la asistió
con sus profundos ojos la niña
morena.
Llorando se inclinó
a la altura que fuere
y una lágrima suya
bañó el áureo cáliz
con dolor de su virginal matriz
atinó a decir,
¡Madre, el jardín se nos muere!