LA IMPORTANCIA DE LA
COMIDA

No existe la vida en ninguna de sus formas si no tenemos
productos que nutran nuestro cuerpo o el organismo de seres microscópicos o
aquellos tan complejos como los mamíferos. Así como evidenciamos diferentes
seres vivos, la misma particularidad se registra en los alimentos. Siendo la
naturaleza tan basta y con una capacidad regeneradora abismante, se dan
situaciones tan atroces que es muy complejo definirlas, como es la de
procurarse alimento diario. El planeta está desequilibrado en cuanto al número
de comensales y al número de los organismo que son la base del sustento, así
vemos regiones donde la comida es un bien muy escaso, por decir algo liviano,
porque la verdad es que cada día mueren millones de seres humanos porque no
tiene nada que comer. También mueren millones de organismos menores porque su
hábitat fue destruido por la mano del hombre en vías del progreso o simplemente
porque fueron desplazados por otras especies más dominantes y depredadoras.
Las estadísticas para este fenómeno no son necesarias, pues
vemos a diario como en nuestro medio cercano, la familia, bota con una
desfachatez incomprensible una cantidad de comida en buen estado, que podría
refrigerar, reutilizar, prepararla de otra manera, acompañarla con otras
porciones y servirlas en la cena. Lo mismo sucede en los restaurantes,
supermercados y los contenedores públicos. ¿Qué hacer?
La respuestas a estas y otras inquietudes, por ahora están
postergadas. Pero es curioso, que a falta de terreno fértil y productivo, sean
muy aplaudidas las cocinerías, y los productos de extraña tecnología culinaria.
También es extraño, que los medios de comunicación masiva, ya sean escritos o
visuales, sean hoy, los que lideran el gusto de la masa poblacional. Cómo se
entiende que ante una crisis tan global, como la escasez de alimento en todas
sus formas, proclamemos a diario cientos de recetas tan variadas como extrañas
por sus ingredientes, programas de cocina con una exquisita presentación de
cocina y productos que en una mesa común y corriente, jamás encontraran.
¿Como
se explica que solo un sándwich tenga cuatro o más ingredientes, si hay hogares
donde el pan es lo único que se reparte y no todos los días?
Existe una problemática respecto de los horarios de comidas
habituales. Es decir, desayuno, almuerzo, once, comida.
Si las familias retomaran sus hábitos comestibles; ¿Comerían
mejor? ¿Comerían más? ¿Comerían menos? ¿Comerían peor?
Nos sobra poder económico. No tenemos un grado de cultura
solidaria. No existe la voluntad familiar. No tenemos tiempo para la cocina.
Hay otras actividades más importantes que estas.
Si no somos capaces de cuidar nuestra familia, tampoco
tendremos la capacidad de cuidar nuestro entorno, menos aún velar por los
interese de otras regiones distantes y que aparentemente no es de nuestra
incumbencia ¿y qué haremos cuando nos falte todo? No quiero pensar en las consecuencias.
En todos los tiempos, la falta de alimentación es la causa
más certera de la revuelta de la población, de regiones y de algunos países. La
mayor cantidad de muertes se registra por la causa del hambre. Puede que esta
sea, la única razón por la que el hombre pierde su condición humana, pierde la
razón y el equilibrio. Es el hambre la causante de las revoluciones y los
dramas más grandes de la historia y hoy, el hambre ha modificado sus
necesidades, ya no es solo la comida la satisface el cuerpo, el ingerir
alimentos es solo una parte de las necesidades del cuerpo, hay hambre por tener
todo lo que los demás tiene, todo lo que se muestra en las estanterías, todo lo
que los demás hacen, todo lo que se promueve, todo lo que me haga bien, todo lo
que me sienta bien. De nada me quiero sustraer, si hay oportunidades, si hay
posibilidades, las quiero, como las quieren los que tienen más.
Hay hambre insustancial. Una ola de hambre nos rodea, una
ola silenciosa, una ola vengativa, cruel, atroz, salvaje y ciega. Ante esta
hambre el pueblo se reveló, despertó con las ganas de cogerlo todo porque no
perdemos nada con gritarlo que nos merecemos el esfuerzo de nuestro trabajo, el
sacrificio de abandonar nuestra familia, el viajar a nuestro trabajo de
madrugada, el gritar porque me roban, aún si muero por todo esto, vale la pena.
Tenemos hambre de justicia social y por eso salimos a las calles. Todo lo demás
no satisface nuestras demandas. Tampoco las autoridades satisfacen las
necesidades con medidas de represión y con palabras lisonjeras de paz y
justicia, si de verdad no hay muestras de entendimiento entre la desigualdad.
Desigualdad social, étnica, económica, educacional, laboral, distanciamiento,
crediticia, etc. Cada ley, decreto, norma establecida, siempre nos aleja de los
servicios públicos, de la salud y nos relega a las poblaciones, a los
consultorios y a los pagos automáticos de cuentas domiciliarias. Nos instala un
mall o supermercado para esquilmarnos de lo poco que nos queda y así endeudarnos hasta la cuarta generación familiar.
Este gobierno y los anteriores, nada han hecho por
solucionar los problemas de la gente y con el pasar de los años, los
hambrientos sacaron la voz para hacerse escuchar, es necesario, porque de otra
manera, los hijos morirán abrazados a sus padres, o en la calle los encontraran
destripados por la falta de oportunidades. La gente se muere, se mueren las
esperanzas, se mueren las ganas de trabajar para los demás, se mueren las
expectativas derivadas del esfuerzo madrugador, se muere el día sin ver la luz,
porque la miseria nos atrapó con sus pies embarrados, con sus harapos piojosos,
con su piel partida, con su hambre permanente, ¿Cómo no va hacer importante la
comida?
Si ella no está disponible para saciar nuestras ganas de
vivir, para satisfacer la dignidad, para elevar el espíritu, para entendernos
el uno con los demás, para ser parte de una sociedad justa e inclusiva, para
ser parte de un progreso colectivo, para entender en definitiva que el otro es
nuestro semejante, nuestro prójimo, nuestro hermano y que compartimos el mismo
destino.