Creía en los sueños, y los buscaba en las alas de mariposas que soñaban con un castillo de pétalos amarillos.
Un camino que se alargaba a cada paso
que abraza a la mar en su despedida
Entonces los buitres circundan mi casa oscura
y desprovista de hojas que nieguen mi dolor, se
transforma en sombra y dolor.
La estancia guarda nubarrones que también lloran
la ausencia de nuestro padre sol. Sueño que luego viene la esperanza
y el verdor.
Devoro mis pulmones junto a la calidez de un tabaco
tan añejo como la greda
que retiene los juegos de la niñez en sus jardines.
Cuando el tiempo se establece
como el señor de la naturaleza
nos recuerda que somos un desastre
aunque no lo parezca.
Evado la contingencia con la pureza del alma blanca
y así confío en las frías aguas año tras año esperando
pero equivocamos siempre la vestimenta.
Quienes se transforman en seres despiadados
no pueden reconocer a las abejas recolectando néctares
o la sutileza de la caricia solar de cada madrugada
Tampoco la infinidad de las aguas que limpian espíritus errantes
queriendo atrapar el horizonte que rodea tu corporalidad.
Mi casa a los pies de iglesia no me asegura un lugar en el cielo
Sus tejas se movieron con un sismo
de feligreses de poca fe que le temblaron sus piernas
cuando les quitaron el sustento.
Después de todo las rejas son lo que suelen ser, una prisión.
Pero retienen tu pasión de volar, de soñar, de amar como te amé.
Como príncipe encantado vigilé tus pasos para que no se alejaran de mí
Y me convertí en un leñador de prosa,
un constructor de letras, un soñador de estantería.
Donde pudiera te cantaría y toda melodía
construiría un gran palacio donde solo a mi
me sonrieras.
Enormes animales,
bestias feroces se destinaran a retener
la flor que representas y los papeles de mis experiencias.
Allí se quejan las letras de las distancias siderales,
de mis pecados por amarte como a los elefantes.
No tengo memoria,
cada recuerdo vuela como una estela
de la cometa que todo infante anhela
Alzado por sobre los temores,
zancos de latas fueron destinados
a causar impresiones en una aterida jovenzuela
Como una vieja turbina desparrame luces de colores
movimientos poco acordes, osadía, mi madre lo sabia.
Toneles y parras dieron origen a una embriagues
de visitar los cerros, de hablar con los pájaros,
de ver los pinares como rodean tu cuerpo
como las plumas rodean el cuerpo de un ave
Los tiempos oxidan las costumbres
y los dolores nos visitan más a menudo,
quisiéramos que se pasearan por los extremos
pero recalaron en mi cuerpo. Clame por la redención
y quizás estén facturando lo solicitado.
Solo el río sabe de mi lo pactado.
Solo las piedras revelaran mi secreto
cuando mi alma vuele al destierro
entre el cemento y los cables eléctricos.
Entre los egoísmos y la pedantería
como peones del ajedrez
Perseguiré los sueños
como si fueran otra vez,
los barquitos de papel de mi niñez.
No me rendiré ante las hadas ni a la embriaguez,
siempre dejaré una ventana abierta para verte después.
aunque las horas se traguen las luz de tu mirada
vigilaré a través de los cristales.
Desde allí, de donde esté,
te cuidaré como un arriero a su manada.
Haré lo imposible, atraparé dragones
me arrodillaré ante la animita
que se cobija en su hermita.
Esperaré,
esperaré hasta que las macetas den sus frutos
y en ese escaño depositaré mi niñez.
Como si fuera un lobo nocturno
devorando el tiempo y la distancia
resurgiré desde las sombras y mi existencia
sobrevivirá a los recuerdo
de jardines y bicicletas, de quiltros pacientes
de aguaceros repletos de dramas
en los pasos niveles de mi tierra sin esquinas.
Pagando una deuda de la gruta del río
acumulo textos incinerados
por una vela del altar de los pecados sin editar.
la ruta se convierte en sendero de estrellas de mar
cercano al Peñón donde tanto les cuesta llegar a las garzas
Como claman las voces del pueblo
a los estandartes que adornan mi puerta,
así te venero desde los inmemoriales tiempos
Edifique mis sueños en madera de sacrificios cordilleranos
y en cada muelle estrafalario que se duerme a la orilla de la costa
con sus farolas quejumbrosas,
con sus peces plateados tan ausentes
de tanta palabrería en forma de versos.
Encadenados por la dulzura de las docas de las dunas de Iloca, las abandonaremos por el camino con su metálico tintinear, para recoger estrellas marinas y con ellas adornar tu pelo, mi amada doncella.