EL VALLE DE EL RADAL (sector Siete tazas)
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Radal Flor hoja
Su atractivo es indiscutible. Las múltiples razones por visitar esta área de reserva natural, son siempre un motivo de gran felicidad. Adentrarse por los caminos empedrados y recibir los aromas de los frutos silvestres, nos recuerdan las huertas caseras del patio de la casa. Más la vista se encarga de colorear tus palabras de satisfacción al presenciar el verde de los boldos, las faldas de los cerros de incansables trigales. El río te acompaña con un sonido fresco de inconfundible claridad. Como una dama ante su primer beso se escabulle por sinuosos caminos bordados de coligues y nativos vegetales. Su tierra negra da vida a caseríos llenos de tejas rojas, mientras las laderas de cerros amarillos entregan una colección de rocas inmensas, bautizadas como Pancho para la pata. El valle se vislumbra desde la altura, con su anillo de pinos centenarios, con su collar de aguas encaminadas hacia el mar. El valle del Radal te acoge con premura y tibieza de amanecer. Las noches son espejos de estrellas y el silencio es atronador en tu pecho repleto de pasividad. Hasta los grillos se encandilan bajo ese diluvio de luces que titilan tan distantes. En sus tierras llenas avellanos he dejado mis pasos de inquietante mozuelo y me he traído desde allá, la humedad de mis ojos, el gozo de la libertad en arboledas y las palabras sabias de un pescador. Radal encierra los misterios de cientos de familias que han llorado sus penas y celebrados sus aciertos. Las penas enterradas ahogan sus gritos bajo las rocas o se perdieron sepultadas bajo el caudal de río helado. Las alegrías se multiplican como el robledal, sonrojado y oloroso bebiéndose el tiempo para volver a tenerte, en el mes de Enero o Febrero. Radal tierra espiritual. Camino de verdad. Palabra de eternidad. Silencio y equilibrio natural. Tierra fecunda en mi te has de quedar.
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Camino precordillerano |
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Puente sobre el Rio Claro |
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Robles rojos precordilleranos |
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Una noche en Radal |
RADAL
Internado entre las cimas de los cerros
o bebiendo las aguas de los deshielo,
se aferra al tiempo y sus inclemencias,
El Radal y sus múltiples reverencias.
Cuna de pájaros chillones,
junto a los robles se debate,
este árbol de origen virginal.
El Radal, como ser vegetal
se desparrama entre litres, cedros y los robles.
Su figura menguada establece colorido
a través de su follaje.
Su vestidura suave
se confunde con el aroma de la hierba dulce
sentada en las riveras del río y sus acordes.
Sus ramas frágiles
se expanden a sus anchas,
como reclamando el derecho
a utilizar su nombre
al valle que descansa
a los pies de los pacientes descabezados.
Radal, lugar rodeado de cerros
donde los avellanos colorean sus vestiduras
en señal de respeto milenario.
Radal, donde se bañan los colihues y boldos
a toda hora en ríos tibios con olores a maqui
y gente, que disfruta en sus extensos brazos cristalinos.
Siete misterios tan serenos y tan eternos,
se forjaron en el tiempo
tomando cuerpo de roca,
donde anidan las torcazas
y los misterios de zona.
Radal de pocas y viejas casas
guardan sus aguas en rocas petrificadas
en reconocidas siete tazas.
Serpenteando los caminos
entre Enero y Febrero
se asienta la población
al igual que las abejas
a libar de tus virtudes
de rocas y agua termal.
Radal entre hojas verdes y cristalinas,
se vate tu historia de zorros,
pudues y tricahues.
Puentes viejos que se cimbrearon
en la fuerza de las aguas de invierno.
Vigilantes de tus reductos,
un cerro altivo nos bendice
como un cura a sus feligreses.
Radal con venas de trumao,
el tiempo nos visita
dejando huellas acaloradas
en cada roca que se resguarda
a la sombra de tu nombre vegetal.
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