El tiempo nos compromete a todos.
Cambio climático. Recalentamiento planetario. La carrera por mejorar las
condiciones ambientales. Son verdades absolutas. También es incuestionable el
inexorable paso del tiempo por las personas. ¿Nos ponemos viejos? Si.
Pero la edad no es el mayor problema de
los que vamos envejeciendo. Todo indica que la soledad, el abandono y el
maltrato, son un problema cultural colectivo. Lo que se traduce en vejez y
muerte.
Las estadísticas nos revelan una
profunda oscuridad que no arregla la plata. Existe una ridícula idea de que los viejos, como personas sagradas, no
deberían hacer nada, sino descansar, reposar, dejar de trabajar y esperar la
muerte en sus casas. Esto excede por mucho, cualquier corrección de políticas
públicas.
La muerte y la vejez son temas de los
que no podemos hablar y realidades que no podemos ver. Todas las políticas
sociales, nuestro mercado laboral están diseñadas contra los mayores y por lo
tanto, en esta etapa, se clausura la imaginación.
¿Cómo damos solución a este problema?
Una reingeniería a lo humano. Dejar de lado la autoimagen de individualismo
racionalista y consumista, sin espacio para los débiles. El personaje autónomo,
autoedificado, es un pequeño dios, que siempre está en control con su universo
hecho a la medida. Y los dioses, por pequeños que sean, no envejecen ni mueren.
Quizás esta es la razón del porque existen tantos progresistas promoviendo el
suicidio asistido como la gran respuesta a toda complicación. Hacer pasar como
un acto pleno de voluntad lo que es realidad un acto de desesperación.
Impotencia. Desazón. 
Con toda seguridad las frías
estadísticas aumentaran este invierno, pues los viejos se encierran en su
soledad, callan sus temores y mastican sus carencias de toda clase. Sin duda
alguna, los viejos, sentimos con mayor dolor la soledad y es un acto de
justicia y repudio a su abandono.
Algunos datos simples nos revelan esta cruel instancia por la que pasan nuestros viejos, los que somos viejos y los que llegaran, a su tiempo, a viejos.
Solo ahora, este año 2019 José Aedo de
94 años se suicidó de un tiro, no sin antes haber dado muerte a su compañera,
Blanca Sáez de 86 años.
El 2018 José Olivares de 80 años había
actuado de la misma forma y dio muerte a su esposa de 89 años. En el año 2017
R. Pereira y María Godoy corrieron la misma suerte, afectados de vejez y
soledad.
Según la OMS: Organización Mundial de
la Salud, Chile es el país con la tasa más alta de suicidios por cada cien mil
habitantes. Luego Uruguay con 14,2. Surinam con un 23,3 y Guyana con el 26,2.
Si estos datos los registramos por
rango de edad, la cosa es muy diferente.
Entre los 70 y 79 años el porcentaje
sube a un 15,4%
Sobre los 80 años llega al 17,7%
Entre el 2010 y el 2015 según la INE:
Instituto Nacional de Estadísticas 935 adultos mayores de 70 años se quitaron
la vida. Es decir 187 personas por año. Un muerto cada dos días.
El tema desde hace años está pendiente
y lo más probable será, que ese drama siga igual. En conversaciones y sobre
vuestro escritorio, mantendremos las manos cruzadas.



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