La estructura social se nos cae y se
desliza sutilmente por las aberturas de las alcantarillas de la ciudad. La
conducta humana está reñida con la ética y la moral. La institucionalidad no
tiene peso social y sufren el descrédito colectivo. Los científicos y los
intelectuales al servicio de la procuración de estados de calidad de vida
comunitaria, están cuestionados y no son escuchados por las autoridades a cargo
de la solución final. La pandemia, esta crisis sanitaria, deja entrever la
enorme desigualdad en todo nivel. Un contagio casi irrisorio, paradojal y
selectivo en lo económico, nos trajo la mayor crisis nacional de todos los
tiempos, no solo en la salud, también en lo económico, en la educación, en la
estabilidad psicológica, la convivencia social y familiar. En lo
políticamente correcto en el funcionamiento de todas las instituciones fiscales
y de estado. En lo religioso y filosófico. Nos veremos afectados en el decir y
en el hacer y siempre apuntaremos con el dedo al sector más humilde, a los
coronados por la pobreza.
Desde allí, los dramas por la falta de asistencialidad hospitalaria, se sumará el hambre en las familias que quedaron sin ingresos económicos. La cesantía, acrecentará los robos de comida. La delincuencia adoptará el lema” robar para sobrevivir”.
Una sociedad que ha evolucionado
gracias a un sistema económico que mutiló los sueños de una sociedad dividida
por el 10% más rico y el 90% más pobre, nos mostrará en mundo invisible que por
tantos años no hemos querido asistir en sus gritos de agonía. Que de jaguares
pasó a mercenarios económicos. Que de ser los más estables del cono sur, “un
paraíso”, pasó a ser un país exprimido por la corrupción empresarial, por las
instituciones uniformadas, por la justicia, por los políticos, por la rama
eclesiástica y además, y sin lugar a dudas, con gobernantes sordos y soberbios.
Esta pandemia, someterán a prueba nuestra voluntad de sobrevivir con dignidad
en el mundo propio de las ratas.
Todo lo que se diga en relación a esta crisis,
de ninguna manera superará lo que ya tenemos, solo empeorará. Las condiciones
de marginalidad, la gran cantidad inmigrantes constituyendo campamentos, la cesantía
y el desorden político y social nos llevará al despeñadero, al caos. El hambre
de nuevo nos permitirá ver el clamor de la gente en las calle con
manifestaciones de protesta contra el hambre, la cesantía y la pobreza.
Mataremos la pobreza actual con más pobreza futura. Los sectores más desposeídos verán diezmados su grupo familiar por muertes de hambre, enfermedades y rencillas por trafico de lo que sea. Una
sociedad con tantas necesidades, se revelará. No reconocerá autoridad ni
derechos y solo se preocupará de sobrevivir, que es lo que todos harán. La
crisis será total.
Solo tenemos una posibilidad, no termina con esto, pero si
la posibilidad de demostrar solidaridad, verdadera empatía, amor genuino y
dejar de lado la individualidad, el egoísmo en todas sus facetas. Es la hora de
velar por el otro buscar y proteger al prójimo. Ordenarnos cómo sociedad.
Respetarnos y disciplinar nuestros actos. La posibilidad de crear nuestra
propia sociedad cimentada en la fortaleza del espíritu, en pensar y dar por los
demás una verdadera calidad de vida. Donde seamos capaces de soñar de
ilusionarnos, de forjar futuros para todos y cada uno de los que somos parte de
este bello país. Sin olvidar que somos parte de este mundo lleno de humanidad.
Dios, no hizo humanos por un verdadero amor hacia su creación.
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