jueves, 10 de diciembre de 2009

¡¡FELIZ NAVIDAD!!



LA NAVIDAD, TIENE NOMBRE DE MUJER.


Hay una historia tan corta como un día, que se cuenta de generación en generación, pero a escondidas. Ante esta historia, los padres se preocupan de presentar su casa con luces de colores, calcetas rojas, bastones en la chimenea y un gran pino verde en algún rincón de su casa. La mamá, por otra parte se inquieta por los dulces y los pasteles, las bebidas y los paquetes. Ilusionados por la noche que se avecina, los niños corren inquietos a sus camitas para dormirse con los sueños pegados a sus manitas. En sus sueños, ven trineos dejando polvo de estrellas como estelas risueñas, como alas bellas de ángeles y de pastores. En el cielo, brillan las estrellas más que de costumbre y saludan al viejo pascuero y sus renos. Una alegre y enorme risa se escucha en el ámbito celeste, mientras un simpático gordo se rodea de paquetes. Surca los espacios del mundo guardando las sonrisas a los píes de los arbolitos, para sorprender a tus hijos y a mis hijos abriendo regalitos. Nosotros los viejos, nos atragantamos sorbiendo despacito, esas risitas de niños que se acumulan en nuestro frágil corazoncito.
No existe una expresión letrada o pincelada para decirles lo que los hijos dicen, en esas lágrimas alocadas cuando nombran sus obsequios traídos por el viejo pascuero.
No vemos el traje rojo o los renos hace muchos años, tampoco el trajín de nuestra madre. Ella recoge la alegría en sus manos y luego de nuevo las reparte. Mira tranquila el horizonte regañando la línea entre niño y luego hombre. No permite que este momento se le borre.
No me engañes como antes, demos los obsequios navideños pero no olvides a tu madre, ella es la única que provee de hijos a la tierra para cumplir al viejo pascuero, este viaje que tiene como único mensaje, una feliz navidad.Nada de esto es un sueño.
Mañana los niños volverán a ser niños y nosotros más viejos, pero nos alimenta su alegría y eso es algo nuevo una y otra vez cada día.
Nada puedo regalarte, todo te lo daría, solo lloro una lágrima agradecida, por ser la madre de mis hijos. María Eugenia.

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