martes, 23 de abril de 2013

POESÍA EN SOMBRAS

Hasta las sombras nos dan una razón para tenerles respeto y consideración. El hombre se cobija en ellas al igual que las bestias. Tanto el bien como el mal tienen su morada reservada en las sombras.
                

Tan difusas son las sombras y tan comunes en los hombres, que cada cierto tiempo las asociamos a nuestros cuerpos. tan oscuras y silenciosas, tan distantes y tenebrosas.
 Son las sombras como semillas a punto de explotar; ardientes, insaciables. Corpóreas como melodías de sirenas. tan sencillas como las tormentas de arena.


                                                                                                                        
   A veces nuestro cuerpo se doblega a las penas tan comunes que nos adentramos en las sombras más oscuras del pensamiento, para encontrar las respuestas a las sombras que cubren nuestro cuerpo. Nos reservamos los dolores entre lágrimas oscuras, como raspaduras del corazón, sin saber que las sombras nada saben del perdón.



    Reclinado en mi cuerpo tan desnudo como infante, desalojo mis sombras a la luz de las palabras de una madre y su comprensión. Llamo la atención con mis heridas abiertas y me cobijan otras sombras, llamadas multitud de brazos abiertos al aire.







Lastimeras las sombras te sostienen como las calumnias al desvergonzado o como las mentiras al infiel. Nada se vislumbra a las sombras de la ciudad que pariendo dolores en las poblaciones, te cubre el semblante de enajenación sin par. La inocencia se pierde en las iglesias, entre las oraciones y las penitencias.
Las sombras te reclaman después del pecado, silencioso y arrepentido recorro laberintos cretenses, nada comparado con los deslices castrenses. Las sombras aún resultan ser un gigantesco paréntesis.



Quisiera borralo todo y escaparme a los desiertos, abrir mi pecho a los cuatro vientos y gritar, gritar hasta morir despierto. Escapar de las sombras interiores que te aplastan sin consideración. Cuarenta dias como el Mesías, vagando huérfano de pasiones y palabras. Las sombras tienen rostros conocidos y enfermizos, por eso me reprimo y me concentro en mi cuerpo. Leyendo mis rodillas y mis zapatos tan raídos, culpo a lo social por todo lo parido.




Dos dedos borran el beso de Judas. Dos ojos tan claros como la verdad más pura, ahuyentaran las sombras de una cara senil cercana a su partida. Las sombras solo serán figuras como los árboles, como los pájaros. Sombras como los edificios y las urbanas almas en sacrificio.
Las voces calladas las pondremos en pasquines para darles fortaleza a través del canto. No más llantos silenciosos en las sombras. Al recodo del camino se plantarán las luciérnagas de colores para alumbrar tu destino. Adiós a las sombras que hostigaron tus años de experiencia.


Visitar los ancestros para segar el trigo y recoger las uvas, hará que las sombras dejen mi cuerpo. Liberaré la imaginación, borrando el miedo a las palabras y sembrar las diferencias y la alegría. Las sombras dan sosiego al cansado cuerpo, en tanto, los infantes  saciarán su sed arrimandose a un buen árbol.
Ataré mi cuerpo con telares viejos, me adentraré en la cultura tan austral y tan sureña, a lavar mi cuerpo y mirar desde lo alto de una araucaria, las sombras en retirada entre los fiordos y las cascadas.
Las sombras serán resguardo de los añejos licores y solo veré las sombras en el último paso, de poeta a hombre.

















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