domingo, 17 de agosto de 2014

LA RELIGIÓN COMO UNA REFLEXIÓN




 A veces hay que decir las cosas para no envenenar el corazón. No todo el mundo es sordo y ciego.


Luis Muñoz. El incrédulo.
La religión es tan perversa como la castración de la inocencia. Te bendicen con las manos abiertas y te reclaman por que no quieres ir al cielo. Matan los pecados si te abres de piernas y lavas el cuerpo en noches llenas de incienso. Las sotanas negras son deslucidas al trajín de las poblaciones robando infantes para inconclusas adopciones. Desde la mitra hasta la humilde estola, sigue siendo el opio que te muestra la revelaciones para sujetarte a los temores para que no abandones el desierto de las penitencias y los perdones. La religión y sus trenzas de oro no deja que las peine la mujer del pobre, pues sus blancas y virginales manos traslucen la oscuridad y sus pecados tiernos, por algunas monedas te llenan la boca del pan, pero te niegan el evangelio. La religión nació como el pecado original. Naciste para estar condenado. Robando del paraíso los bienes establecidos, en cada una de las incursiones en nombre del evangelio. Se vistió de oro y de grandes ilusiones para ponerlas en venta en casas de acogidas pobres. El cielo está reservado desde antes y no hay lugar para los indigentes. Bien aventurado los terrenales alejados del púlpito y la sacristía.


Monseñor Ezzatti. En lavado de sus manos.








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