REFLEXIONES
Para Pedro Lemebel
Cuando
lean este artículo, habrán pasado meses y ciertamente, muchos
comentarios relacionados con este tema en los distintos medios
escritos. Probablemente mencionen su obra literaria, su condición
sexual, su definición política, su enfermedad, su legado valiente,
rebelde y provocador en cada una de sus perfomances. Pero sin duda
alguna, algo le debemos, a través del tiempo, al escritor
chileno.
Discriminación.
Segregación. Ignorancia. Marginación. Clasistas. Son términos que
aparecen cuando se mencionan ciertos personajes relacionados con las
letras en el ámbito de la difusión y desarrollo de la cultura en
nuestro país.
Ciertos
hilos manejados por personajes oscuros y obtusos nos privan de los
pensamientos vanguardistas y divergentes, aceptados, reconocidos y
aplaudidos en otras latitudes pero, de cierto modo cuestionados y
postergados en nuestro medio, tan lleno de palabras de apertura
cultural. El caso se repite una y otra vez sin postergación y de
forma irremediable. Viven con un miedo terrible a reconocer y aceptar
lo diferente. En cambio, otros nos abren la mente, los ojos y los
brazos para ver, internalizar y abrazar lo nuestro. Tenemos años de
retraso hacia la apertura de pensamiento en comparación a países,
nación y continente. Mientras Europa utiliza tecnología “led”
de alto rendimiento, bajo indice calórico, energía limpia y
económica. Nosotros, recurrimos a la vela. El cirio encendido de
forma permanente que nos alumbra poco, que ensucia el ambiente, que
consume mayor cantidad de oxígeno y que se necesitan un montón de
animales para captar su grasa o sebo, por decir lo menos es obsoleta
su presencia. Valga la analogía para representar las diferencias y
el atraso literario en el cual vivimos o que nos hacen vivir a costa
de sacrificar el pensamiento, la apertura y la diversidad. Nuestra
rancia capacidad de reconocer el talento que otros reverencian con
placer en foros internacionales, charlas y conferencias en
universidades, muestras de arte en salas de museos, tesoros
bibliotecarios. Premios internacionales nos tiene limitados ante
nuestros propios ojos. Esta nublada apuesta de la élite criolla
literaria, repite su pecado ancestral, como lo hizo con la figura de
Gabriela Mistral. Repudiada. Burocratizada. Postergada. Minimizada y
maltratada hasta a el artasgo en nuestro territorio. Tanto así que
vivió fuera del territorio por que no encontró la convivencia en su
patria. Alabada, reconocida y premiada en el destierro. Eso no quiere
decir que haya querido su patria, si no que su patria no le entregó
el amor necesario para residir en su tierra.
Neruda,
perseguido por sus ideales y su propuesta literaria acusadora y
denunciante, alcanzó en otras tierras lo que aquí, se le negó.
Podríamos nombrar otros casos en el ámbito de la economía, la
ciencia, la pintura y la escultura con idénticos resultados. Hoy se
repite la historia como si fuera un rezo, siendo el único recurso
para limitarnos y esclavizarnos en la ceguera. Lloramos nuestros
muertos por que no aprendimos a quererlos en vida. Premiamos a
nuestros personajes idos para pagar una deuda. Tardamos en reconocer
las evidencias que otros veneran. Somos lentos, tardos y perezosos.
País de poetas ocultos en la pobreza, la bohemia, en la docencia y
en los barriales periféricos. Pedro Lemebel, estuvo en una nómina
al Premio Nacional de Literatura. No lo obtuvo. Tampoco obtuvo el
Premio Altazor, siendo nominado cinco o seis veces por sus propios
pares. Millones leían a Lemebel, menos en nuestros colegios como lo
mencioné en artículos anteriores.(Premio Nacional de Literatura).
Su carrera es inmensamente reconocida en el exterior. Transgresor.
Irreverente. Valiente. Rebelde. Contestatario. Diferente. Falleció
el 23 de Enero de 2015 a los 62 años, aquejado de un cáncer de
laringe que lo dejó sin voz. Pero no crean ni por un segundo, que su
voz se perderá en el concierto de las letras. Al igual que la
Mistral y Neruda, Pedro Lemebel dejará su estela luminosa de; Tengo
miedo torero. Háblame de amores. La esquina luminosa. De perlas y
cicatrices, para aclarar el pensamiento e iluminar el cuarto oscuro
donde residen las autoridades. Seguirá corriendo desbocada, como una
reina inolvidable, como yegua del apocalipsis, mordiendo y
removiendo el suelo con sus cascos dorados, de esta tierra tan
dormida en recoger los frutos que su gente le brinda.
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