LA TOTORA
Es un marco verde
el que retiene las aguas
de la laguna Torca.
Un marco irregular
que ondea por la puntilla
y se escabulle por la
ladera norte.
A veces se muestra delgada
y pegada al cerro,
otras,
una sábana
que cubre el sector de los
pinos,
vigilantes de los cisnes
que anidan en su interior.
Miles de finos cuerpos
vegetales
se levantan del fondo del
agua,
para indicarnos el cielo
por donde se dibujan los
cisnes
de cuello negro.
Entre los tallos
con sus crespones y
semilleros,
se equilibra el menudo
cuerpo
del avecilla de siete
colores.
La totora es orgullosa de
su estatura
y de su cuerpo triangular.
Mantiene su suavidad tan
fresca
como la brisa que viene
del mar.
La totora es ancestral.
Fue el cuerpo de una nave
de aventuras
y expediciones de nativos,
en busca de tierras y
horizontes.
También fue el techo
improvisado
ante las lluvias que
arrecían
en la costa de nuestra
Zona Central.
Calentó mi cuerpo como
estera
en noches frías de invierno,
bajo el camastro bondadoso
de la familia Gamboa.
La totora es nido de aves
y mamíferos.
Las bestias remojan sus
patas
después del trabajo y los
coipos,
juegan a las escondidas
bajo el colchón húmedo de
batros y totora.
Ella baila una melodía del
viento
mientras la tela acuosa de
la laguna,
hace miles de ondas
festejando la gracia de la
totora.
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