Theodor W. Adorno
Reflexiones de un pesimista
De Auschwitz a la estética
Theodor Adorno |
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Uno de los pensadores más influyentes
del siglo XX es sin duda alguna; Theodor W. Adorno. Nació en 1903 en Fráncfort.
Más que nada porque, como judío alemán, refleja muy bien el drama de esos años
y sus contradicciones. Pudo escapar del holocausto. Para otros las puertas se
cerraron, incluyendo Chile, que en 1939, el Departamento Consular escribía, “el país no tiene interés en dar
facilidades a los israelitas para que vengan a radicarse.”
Walter Benjamín, lo ayudó a inclinarse
por el pensamiento filosófico. Se ha dicho que Adorno es un pensador “después
de Auschwitz.” Quizá sería más preciso decir que es un pensador “desde” y “de” Auschwitz porque según su concepción filosófica fuertemente
hegeliana y marxista, asumió esos hechos históricos dentro de su propia lógica
filosófica.
Si bien, se demoró en darse cuenta del
real peligro Nazi, no dejó de incorporar la triste
historia de su patria en sus reflexiones sociológicas y antropológicas.
Adorno escribió en su “Dialéctica negativa” que Auschwitz más
bien demostraba el fracaso rotundo de la cultura. Ese fue el gran misterio que
lo intrigó personalmente: como pudo ocurrir algo tan terrible en un pueblo tan
culto. Los nazis no fueron unos bárbaros que conquistaron la culta Alemania. No
se entiende cómo pudieron mantenerse por años en una guerra de dimensiones
mundiales. La forma de llevar adelante la “solución
final” participaron 8 jóvenes académicos que habían obtenido el grado de
doctor. Pensar en Auschwitz es pensar en la negatividad absoluta, en lo que
nunca puede ser conceptualizado totalmente. La vivencia del dolor más profundo
no se puede comprender del todo con una teoría.
Anticipándose a corrientes posmodernas
y siguiendo a pensadores como Nietzsche y Freud, los dos miembros del Instituto
Social de Frankfurt asestaron un golpe mortal a la ilustración: “la ilustración
se relaciona con las cosas como un dictador con los hombres. Él los conoce en
la medida en que puede manipularlos”. El hombre moderno, que había creído vivir
por fin en la “mayoría de edad” kantiana, protegido de las supersticiones
medievales y de las fantasías de la imaginación, en realidad había vuelto a
caer en la mitología y había hecho posible el nazismo.
El pensamiento totalizador ilustrado
según Adorno, impide al individuo desarrollar su propia autonomía y, en vez de
conducirlo hacía la reflexión crítica, lo hace sucumbir en un pensamiento que
homogeiniza y adormece la conciencia. El sistema de libre mercado sustenta la
industria cultural de masas cuya totalidad consiste en la repetición. El arte
transformado en una mercancía, solo busca satisfacer los gustos más básicos del
hombre burgués moderno. “Disfrutar
significa siempre: no pensar en ello, olvidar el sufrimiento, incluso cuando se
muestra”.
Adorno podría ser considerado uno de
los padres de la ecología contemporánea: acusó sin matices el peligro de la
mentalidad económica en el trato con el mundo natural. Adorno no se cansará de
evidenciar hasta qué punto el hombre contemporáneo ha renunciado a tomar su
vida en sus propias manos. No es bien acogido en Alemania a pesar de la
grandeza como intelectual. Sin embargo, para hacer justicia a Adorno habría que
decir que es en su pensamiento estético donde se muestra más constructivo. En
sus numerosos escritos sobre el arte demuestra un conocimiento profundo de la
pintura moderna y contemporánea. Sobre todo, Adorno fue un filósofo estético
que no se perdió en disquisiciones abstractas, sino que se basó en su exquisita
sensibilidad para hablar sobre arte. Menciona la importancia de tomar en serio
la objetividad artística, más allá de contenidos ideológicos y políticos, y de
las supuestas intenciones del artista. El
aspecto social del arte es su movimiento inmanente en contra de la sociedad. “Escribir
poesía después de Auschwitz, es un acto de barbarie”, hay que comprenderla en
el contexto de su concepción estética y la importancia de la historia en su
forma de pensar. Porque ¿Qué sería el arte como historiografía si sacudiera el
recuerdo del sufrimiento acumulado”?
Una de las discusiones más cruciales
que se están llevando a cabo en nuestro país es la relación con la educación.
Adorno era muy consciente de que la
verdadera realidad de la democracia no puede comprenderse al margen de sus
concreciones históricas, con sus aciertos y sus grandes heridas; es inútil
querer sustituir la dimensión histórica del hombre por unos conceptos vagos de
educación cívica. Tampoco una serie histórica o la lectura de unos cuantos
libros divulgativos pueden reemplazar la reflexión seria sobre el pasado de la
humanidad.
Al margen de sus teorías pedagógicas,
que pueden convencer más o menos, su propio camino formativo es un ejemplo que
echa por la borda muchas teorías pedagógicas y reflexiones vanas en torno al
tema de la educación. Formarse es tomar
en serio la tradición intelectual que nos ha precedido, enfrentarse a los
grandes pensadores, científicos y artistas del pasado, y desarrollar a partir
de ellos una reflexión propia que sea capaz de dar respuestas a situaciones
actuales.
Una frase que bien podría servir como
epitafio a su gran obra es; el que dice que es feliz miente al prometerlo, y
peca así contra la felicidad. La fidelidad hacia la felicidad solo la mantiene
quien dice: “fui feliz”. La única relación de la conciencia con la felicidad es
la acción de gracia: ésa es su dignidad incomparable.
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