ESE LUGAR
Ese
suave y delgado suspiro
del
calor terrenal
que
te hace seguir creciendo.
O
esa sosegada oscuridad de atardecer
entre
parrones nostálgicos.
En
esa mirada turbia de los viejos
porque
los ladrillos de las industrias
se
le están yendo.
Ver
en ese lugar,
como
los pájaros migran
aún
en extraños tiempos.
O
esa risa de carnavales
que
se desparramó por el asfalto
echo
cientos de brazos poblacionales.
Solitarios
y muchas veces disfrazado
de
puntos cardinales,
los
edificios ancestrales son
anclados
en la mitad del cuerpo.
En
ese lugar.
Dime
si la frescura de la madrugada
no
es igual a la sonrisa de la aurora.
O
si la tarde no baila en la falda de la moza
que
flamea como guirnalda de septiembre
en
el verdes de los prados.
En
ese lugar.
Acaso
no te duermes con la certeza
de
que mañana recibirás los mismos besos
claros
del sol al medio día
y
la misma luna,
te
bañará de dulzura celeste
cuando
asoma entre los árboles,
la
iglesia y tu casa.
En
ese lugar,
dime
si las palabras y los recuerdos
no
desnudan tus pies en la alfombra quieta
de
un canal de azul sereno.
O
si esos pasajes de blanco y negro
no
te guardan secretos viejos o,
si
ese lugar se pierde
entre
los juguetes de tus nietos.
Ese
lugar
que
nos llena el alma de sollozos secos y
que
sin nombrarlo se pinta de colores
y
nos hace eternos,
por
que se nos niega el olvidarlo.
ECOS DE UN RECUERDO
Casi un extraño fui entre tus
casas y avenidas
las flores sin aromas, mustias y
encadenadas
mojaban sus pies en un tiesto de
malas aguas.
El tronco, el del corazón y la
flecha, ya no estaba,
Fui preguntando a los viejos
muros
que cobijaron tu espalda
asombrada
que fue de tu sombra, de tu
sonrisa
de tus carnavales de vinos y
orujos.
Todos dijeron que los adelantos
te llevaron
por otros caminos, otros senderos
en busca de tierra firme, como
perdidos veleros
sin banderas, por aguas
inquietas, te llevaron.
Nacieron los villorrios y los
techos cubrieron el cielo
que antes eran de pájaros y de
cometas
ahora son oscuros, de tinieblas
densas
con inciertas lluvias, de
certeras tormentas.
El frio no es de invierno, esta
en las miradas perdidas
de los bicicleteros que corrían
a la fabrica
en solitarios andenes, en los
tragos amargos
de recordarte como la novia de
noviembre.
Escucho voces en las grietas del
poblado
¿serán los muertos viñedos
ventilando sus quejas?
Ya no importan las ilusiones,
tampoco del diario, las letras.
Voy a beber el canto de una
botella descorchada
para dejar de mirar como te
alejas
como se desvanecen la figuras
de las reconocidas virtudes
que dieron nombre al lugar de mi
estancia.
En aquellas tierras bajas
donde nacieron las tinajas
y los viejos sonrieron ebrios
de sol, de campanas y de tiempo.
Donde los rieles se volvieron
esqueletos
y en corrales guardamos el moho
de nuestro cuerpo.
Besando los manzanares
descubrimos el cielo
y en los silos plateados, las
semillas del pueblo.
Donde damas copleras hicieron
bailar las vihuelas junto a
chilenazos
de voces tan claras como aquella
estrella.
Hoy se plantan brazas y cenizas
sin calor.
Casi un extraño, si no fuera por
mis pasos
que aprendieron tus recovecos
siendo mozo en los brazos de San
Pedro
como si mi madre fuera,
ofreciendo sus pechos.
Todo recuerdo que florece en
vertidas palabras
por inexperto bolígrafo, es de
la misma madera
de todos los viejos que formaron
tu nombre
con toneles, zunchos y duelas.
TIERRAS BAJAS
Tejida por unas manos diestras
a
la sombra de las viejas casas
se encuentra una tierra dulzona de
esteros,
parques y parras, de dramas y mitos
que se esconden allí, en
tierras bajas.
Cuenta mi abuelo
de llaverias y
ruidos de labranza
de rieles y vagones, de algarabía de estadio y
teatro.
Hay racimos de madres y gajos
traviesos por todas partes.
El cielo es azul como el agua del
rio,
los días amarillos y las noches de calma, haciéndose la
dormida.
Los viejos tejen sueños por esa
calle de luna.
Dicen que entre doce y una,
transitan de punta a punta,
unos hasta San Pedro,
otros buscan su
estrella y la Fortuna.
Tierras bajas es la patria de los
que lloran,
de los que te escriben,
de los que te cantan,
de los que
te vieron en la Siete de Abril,
cuando tu calle era agua.
Tierras bajas es poesía de
pájaros,
de arados y pañuelos.
Es canto de colores de adobes
espesos,
de metales y toneles añejos.
Es un coro de cicutas y voces
de galegas.
De tinajas con olor a frutas del huerto,
es lamento
atesorado
por los que se han ido al campo santo.
Es danza de hojas,
silbido de vientos.
Es palabra añorada cuando se llora por ella.
Tengo una pausa en mi cuerpo y
se
llama nostalgia.
Por esa mi casa,
en tierras bajas.