viernes, 4 de septiembre de 2009

FIN DE SEMANA


Hace falta más tiempo para invertir en alegría y tranquilidad. Hace falta más tiempo para disfrutar de la familia y del entorno. Hace falta más tiempo para reír y también para llorar. Hace falta más tiempo para disfrutar de los amigos y de la casa.
En este tiempo tan acelerado y controversial, se hecha de menos el descanso y la placidez. No se disfruta el trabajo ni el cambio de habito. Todo es una obligación y presión instantánea. Los días transcurren en ofertas y liquidaciones. Los feriados de descanzo se llevan cabo en una serie de preparativos para trasladarse a cualquier lugar; llevar la tele, la bicicleta de los niños, las cartas de la mamá, cargar los celulares, el play station, las tenidas diarias, las sombrillas, bencina al auto, los repelentes de los mosquitos, los antialérgicos, la chaqueta pescadora del papá, los lentes polarizados de la mamá, las tarjetas de crédito y calcular el mall más cercano o el super mercado preferido. Viajamos un par de horas, todo el mundo cansado, un par de horas en la playa un gentío impresionante, los niños se pierden entre la gente, los alimentos llenos de arena, el viento hizo añicos la sombrilla, los pies quemados por que olvidó las hawaianas y la señora se apropió de la toballa y parece un montón de baba de ballena o medusa, embetunada de rayitos de sol factor 35. Los niños tiritan como gelatina por el agua helada quiere cambierles la ropa mojada y se da cuenta que no trajo la ropa interior. Los chicos se sientan en la arena, el sol a tres de la tarde se los quiere comer vivos y yo también.
Hay que volver a casa entre un taco de 25 kilómetros, la señora no sonríe por la crema hecha costra en su cara, nadie está tranquilo con la espalda quemada, los peajes son más lentos que tortuga coja, tengo que recargar bencina, los helados dejan el tapiz resbalozos, el pastelito mi mujer tiene más migas que la cama de la empleada, como a las doce de la noche debo subir a los niños al quinto piso dormidos, los músculos de la espalda están a punto reventar y la señora traslada su cartera de fibra vegetal alegando a viva voz para que sepa todo el edificio que llegamos. Mi mujer super preocupada solo alcanza a musitar "hechaba de menos mi camita."
Un fin de semana super entretenido.

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