domingo, 14 de marzo de 2010

CONJUGAR AMOR Y DOLOR





AMOR Y DOLOR

Vino como si fuera un viento, como ese que mueve las hojas del árbol más tierno. Se detuvo en nuestra casa como si fuera familiar, nos come el alma cada vez que sale a pasear. Se inquietan las palabras y se instalan a discutir creyendo que los verbos son puñales ocultos presto solo a herir.
Una actitud irreconocible se pasea por las calles destruídas y una sonrisa lava el desastre que no quieres ver. Los heridos ya no lloran su sangre y se levantan para seguir apenas con sus dos manos y vagan de lado a lado queriendo levantar a los que aún no dejan de llorar. Los niños dejan los jardines para aferrarse a sus madres que no dejan de temblar. La totalidad está en el suelo no queriendose levantar, allí están las aves con su trino que vienen a animar los miles de voluntarios que no se quieren ir al mar. Están parando a la tierra, plantando adobes de esperanza y pan. Allí están las manos de la mujer que reparte ánimo, leche y sal. Las iglesias sacudieron sus pilares y el agua bendita se confundió con la mar, los santos son miles y miles que de píe en la ahora desconocida costa lloran sus maderos como se transforman y aprenden a nadar. Allí están hombres levantando su grito al cielo, reclamando el dolor que les arrebató a sus hijos, allí están ellos sacudiendose el polvo, apretando el leño, parando columnas para empezar de nuevo. Las noches son iluminadas por fogatas de gente cálida que ordena sus pensamientos como queriendo olvidar sus pesares con esquivos mendrugos.

¿Como querer transformarme en brisa fresca que apacigüe su dolor?
¿Cómo ser agua dulce y clara para mitigar su sed de esperanza?
¿Cómo ser la sombra que cubra mi país para dar el sosiego y la calma necesaria?
¿Cómo ser el trigo para que nada les haga falta?
¿Cómo ser una lágrima dulce y pura para que ahoguen en ellas sus miedos de hombre grande?
¿Cómo ser tierra y sangre para correr por sus venas impregnádoles de fe y distancias frente a los sinsabores de la vida?

Queda de manifiesto que somos tan pequeños ante la dolorosa realidad. Somos cuerpo dividido en dos. Amor y dolor. El dolor de parir y perder los hijos. El dolor de empezar de nuevo. El dolor de la herida jamás cicatrizada. El dolor de darnos cuenta que Dios solo está cuando nos sacude la violencia. El amor, somos todos. Cuando damos la mano al desposeído, cuando levantamos al caído, cuando compartimos la misma mesa, cuando lloramos por los amigos perdidos, cuando reconocemos en el vecino nuestro prójimo. El amor está de puertas abiertas tanto en el norte como en el sur. El amor tiene nombre de niño, de hombre y de mujer. El amor anda vestido de corto, de uniforme y a veces sin nada. El amor construye lo que nos hace falta. Por eso estamos de píe, por que tenemos la esperanza de que mañana encontremos la parte que nos llevó el mar. La que quedó bajo tierra, la que desapareció sin despertar. El amor está de manifiesto en todas las cosas que realizó Dios. Somos el cuerpo que necesita el amor de Dios, así nos creó. Carne, sangre, huesos, sudor y lágrimas. También, fe, esperanza, tierra, mar y agua.

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