En el correr de los días, de los meses y los años, he tenido la fortuna de conocer personas especiales encerradas en sus virtudes y habilidades. Abogados, deportistas destacados, pintores, descendientes de políticos, ceramistas, escultores, personajes humildes, artesanos en madera, greda, piedra, lanas, mimbre, recolectores de basura y aseadores. Todos ellos, dan vida a un mosaico de colores que conforman un país, como acertadamente alguien lo dijo, lleno de contrastes.
Los
trabajos y oficios se multiplican en nuestra tierra y como una personalidad
retratada en el resultado de su arte, relucen, se destacan, son presencia
imposible de ignorar. Estas adoptan casi sin querer, el carácter, el aura, la
frescura de su autor. Profesionales y profanos, son personajes especiales a la
hora de converger en ideas. Los unos coleccionan trastos o especies de una
cualidad inigualable forjada en metales nobles y dispuestos en esqueletos de
fina madera olorosa. La platería refleja una silueta luminosa desde su jaula
eterna. La mano de artistas se plasma en cuadros de singular colorido y figuras
oscurecidas por la edad y las miradas ausentes de los ilusionistas acostumbrados,
al ejercicio del iris ocular. Los otros, someten las fibras y la misma tierra
se rinde al modelado amoroso de sus manos, una tierna brisa abraza las
exposiciones que descansan en los ventanales y conversan en palabras
silenciosas con sus paseantes.
Este
humilde hacedor, visita las galerías y se deslumbra a cada paso, como en un
campo cultivado se desplaza entre virtud y grandeza. De pronto, las viviendas
se impregnan en la piel y, aquellas almas vegetales, terracotas y metaloides,
cobran vida en las conversaciones y la emoción te lleva a palpar con tus manos
toscas, la dulzura del arte escondido.
De las residencias visitadas he salido sorprendido, inquieto e ilusionado con las artes que se apegan en los muros de esas habitaciones para no abandonar su familia, al artista. Cuadros de pintores reconocidos, platería antigua, muebles de exquisita madera y terminaciones, alfombras persas o francesas. Oleos, acuarelas, figuras en bronce, fierro forjado, bibliotecas políglotas atiborradas de literatura, música clásica por montones. En todos estos espacios está la mano de una persona, un espíritu gravitante que te obliga a ordenar, disponer todos los objetos con una mirada diferente, con un poco de clase. En algunos casos, con cierto ángel. Con una mano guiada por el arte. Son artistas escondidos.
Despierta, entre todos ellos, por primera vez en mí ser, una indefinible sensación de quietud y misterio, un pájaro de alas caídas a sus costados. ¿Descansa, se humilla, un saludo reverencial, agoniza?
Una oca, un ganso rendido. Con su cuello como una tarde de otoño, largo y tedioso, sostiene la cabeza con sus ojos cerrados, rendida. No por su recorrido. Tampoco herida. Rendida sí, esperando la mano de la artista a que dé los últimos retoques, para que la cerámica recobre vida. El deseo despierta entre mis dedos toscos y censurados por tocar el cuerpo delicado del ave, me contengo, para que siga durmiendo y despierte solo, por la mano milagrosa del artista.
Al retirarme a mis insensibles labores cotidianas, reconozco mis pecados e inconsciencia. He robado, he robado un poco de delicadeza, un poco de respeto, un poco de tiempo, un poco de conocimiento y libertad. Viajan en mis ojos sorprendidos, esas bellas figuras, verdaderas demostraciones del arte.
la oca
posa su letargo para el aprendiz de observador.
Con la humildad emplumada,
simula su
gracia inmaculada.
en
reverencia sutil,
rinde
culto al artista escondido
que pone
alma a tu cuerpo
que
volará, pese a la arcilla.
En
vitrina tu cuerpo lleno de detalles
no
se mece como en su laguna.
No
se asusta ante los pinceles
No
se muere, porque le gusta la luna.
a un niño dulce y travieso
aceptando las disculpas por el
atraso.
Entonces la mano obrera te refugia en su regazo
y con su paleta de colores, te
llena de besos.
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