LA MEZQUITA DEL SILENCIO
Venía con forma de silencio y al
doblar la esquina
se retrata como el metal candente
que se interna en el cuerpo como
buscando la muerte.
Sueños juveniles se van durmiendo
con un susurro burlón de quien escupe
a la mezquita del Señor.
Desde la feroz conciencia
gatilla los metales que se incrustan
en la carne
como si fueran medallas,
condecoraciones siniestras.
Revolotean cual mariposas
los recuerdos de otras vidas
los recuerdos de otras vidas
mientras extienden sus brazos
queriendo alejar la muerte
queriendo alejar la muerte
un viernes cualquiera.
Nunca será nunca, y el vibrar de la
nueva vida
se desvanece en el pestañear de la
metralla
que te acecha cual anónimo
delincuente.
Cuarenta y nueve luciérnagas migraron
al silencio
como relieves en los muros de la
mezquita.
Duerme al regazo del Nazareno
para que resuelvas tus delirios,
para vestirte de paciencia,
para que abraces la vida.
SENDEROS OCRES
Como el ojo de un gran dios
lleno de claridad y clamor
desnuda la pequeñez de la roquería
y la vulnerabilidad del albatros
en la cresta de la ola.
Con su abrazo húmedo
sacia la arena de su rebeldía
terrenal
en un abrazo de marea y sal
se muestra mi infinito mar.
con su profunda voz en la ola que
revienta.
Con su sombra de tierra colorada
por los senderos entre medio de las
docas.
Cáliz de agua me susurra el viento,
mientras paseo la mirada
sobre mi barco náufrago del cerro.
Como una espada que hiere la piel
de un monstruo oceánico,
se vislumbra en estrellas y espuma
las letras del poeta en su isla negra
y con paso ocre se encamina
al cuerpo marino de Punta de Tralca.
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