Entonces... ¿soñamos?
Cierto. Cuando somos capaces de acordarnos de nuestra infancia. Cuando sonreímos al ver a otros niños felices. Cuando volvemos la mirada a las cosas que cobijaron nuestra infancia. Las cosas no son como antes, pero aquellos recuerdos siempre están en los niños que vemos.
Si la naturaleza nos juega con sus certezas y los viejos con su sabiduría, en lo más hondo de nuestro ser y con infinita comprensión y sonrisa perfecta, decimos que son..... cosas de niños.
NIÑO DESCALZO
a la espera de las hojas muertas,
y era la hora de la danza de los
árboles al desnudo.
Aquellos brazos lavados y brillantes
que imploran al cielo no sé qué
cosas,
parecen serpentinas de madera mojada,
algas que flotan en el aire.
Los canales lavan sus piedras
como si se aprestaran a una fiesta,
mientras el cielo se desborda
extendiendo una cortina negra
desplazando el horizonte.
A través de la sucia ventana
me dibujo de niño descalzo por entre
las viñetas,
sacudiendo las ramadas de los zorzales.
Las greñas mojadas se pegan a la piel
y mis pilchas arremangadas
semejan turbantes de rodillas.
La tierra mojada se escabulle a
hurtadillas
entre los dedos y, mis pies vuelan
sobre la hierba
buscando la risa y los perdones de la
mamá.
Ella corre en busca de calcetas,
yo sonrío frente al viejo brasero.
mi aliento es una lengua de vapor,
mi pelo pegoteado está muerto de
espanto.
¡¿Cómo se te ocurre mojarte así!?
Es la lluvia mi placer descalzo,
es la extensión de mi niñez
y de los consentimientos de mamá.
Es como dice el viento,
expresiones de libertad
en un niño descalzo.
¿Por qué lloras mi nocturno niño?
La cara sucia
Las manos frías
Lenta su mirada subía.
Esmirriado su cuerpecito
En traje de tela ajada
Convertía la necesidad en mito.
Aventura diaria que no cuaja
En migajas de dulzura ciega
El transeúnte solo pasa.
¡Llora pálida inocencia!
Llora ahora
Con insistencia.
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