domingo, 3 de enero de 2010

A MI MADRE QUE PROVEYO DE TODO

A MI MESA


En la mesa de mi madre
cabían todos los panes
que el trigo diera
y de esta manera
fuímos varios hermanos
en su mesa.

Cuando no lo hubo
nos comímos a la madre
entre sollozos escondidos.
Y así crecímos
con sus cuidados
y su alimento.

Devoré sus manos
cuando enjugó mis ojos
de llanto dolorido
y su pelo
aún lo conservó
como corona en un cuadro viejo.

Su sangre circula en mi cuerpo
y alimenta a los hijos y los nietos.
Gasté sus pasos
de la huerta a la cocina
y su mesa siempre atenta
a la debilidad y la carestía,
saciaba el hambre
de noche y de día.

La mesa de mi madre
se repletó de trastos
y su madera vieja
se bebió sus días de humo y harina
una mañana
mientras dormía.

La mesa de mi madre
se quedó de píe
sin saber que hacer
esperando satisfacer
esas ansias
de querer
tener de nuevo
a mi madre
en mi mesa
todos los días.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

TAMBIEN SE MUERE EL TIEMPO

  HORAS MUERTAS Las tres de la tarde de verano. El aire se conserva claro, ligeramente movido por la brisa de la cordillera, pres...