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REFLEXIÓN
Se refiere al proceso que permite pensar detenidamente en algo con la finalidad de sacar conclusiones.
Hoy por hoy, los tiempos están convulsionados, las noticias diarias nos tienen tan sorprendidos como temerosos, lo cual nos llena la cabeza de pensamientos y de ilusiones que nos alejan de la reflexión, lo que nos lleva a la utilización las imágenes, elementos muy recurridos para mostrar las cosas que pasan. Las imágenes tienen la capacidad de sintetizar las argumentaciones, siendo tan poderosas y decisivas en su esencia, que por esta misma razón, se apoderan de nosotros o al menos, de nuestra capacidad de reflexionar.
Como matrimonio joven, emprendedores, llenos de ilusiones y de futuro, con María Eugenia vivimos algunos años en la costa de Curicó. Llico específicamente, y una de las imágenes más recordadas por su belleza y significado natural, es sin lugar a dudas el mar, pero por sobre todo, la marea.
Esta es la imagen; estamos conscientes que tenemos momentos de felicidad y de infelicidad, épocas en las que las cosas salen bien y otras no tanto, situaciones en las que demostramos una gran habilidad y otras una total y absoluta impericia y que todo ocurre como un suceso cíclico, como las mareas que están sujetas aun ritmo inexorable y que somos una boya anclada al fondo marino por una cadena, la que muchas veces nos permite estar por sobre el nivel del agua y otras debajo de ella.
La buena noticia es que la marea nunca es repentina sino previsible y anunciada. Es paulatina y por ello nunca traiciona, es decir, avisa con tiempo de su llegada y no suele pillarnos de improviso. Los que hemos vivido cerca del mar sabemos lo suficiente sobre ellas como para que no podamos acusarlas de traidoras o de imprevisibles, nunca llegan como ladrones en la noche y en la medida que somos boyas, bamboleados de aquí para allá, forman parte de nuestra misma esencia.
El caso es que podemos reflexionar, utilizando la imagen de la marea para explicar los acontecimientos relevantes.
De acuerdo con los resultados de las elecciones en el ámbito nacional, todo se dio de forma inesperada y no por los resultados, si no más bien, en como se manejaron esos resultados. Pocos acuerdos claros, independientes no muy independientes, colectividades políticas divididas y otras fusionadas, la demasía de candidatos y su postulación de ellos a vistas claras que no serian electas bajo ninguna circunstancia. La imagen de dispersión de los sufragios no es por no querer votar, si no más bien por quien votar y a quien hacemos responsables de nuestro futuro, en quien depositamos nuestros derechos y nuestra capacidad de asumir deberes.
La cuestión a reflexionar es hasta qué punto somos responsables de las cosas que nos suceden y más concretamente cuál es nuestra responsabilidad al respecto. En esto hay dos actitudes:
a) La queja por lo que nos pasa, típicamente asociada a nuestro papel de víctimas.
No cabe duda de que el papel de víctima es sumamente agradecido porque exime de toda responsabilidad. Es esa actitud la que nos lleva a tratar de colocar la solución de nuestros problemas en otros. Pero ese papel de víctima o de rescatador ni genera conocimiento sobre la experiencia ni nos capacita como responsables de nuestra decisión para afrontar la solución del próximo problema que nos aceche, siempre que no nos falte ayuda disponible. La tendencia de esa conducta es que cada vez tenemos más dificultades en encontrar almas nobles que nos ayuden y que con el paso del tiempo encontremos cerradas las puertas que antes teníamos abiertas.
b) La actitud responsable que consiste en tomar acciones y generar más cadena a la boya para evitar quedar sumergidos por los acontecimientos.
Adoptar la postura responsable nos empuja a la acción. Es mucho más agotadora, por cierto, porque exige esfuerzo pero podemos solicitar igualmente ayuda si bien no para solucionar los desaguisados sino para aprender cómo hacerlo. Es un papel de protagonista, no de víctima y como tal genera conocimiento, en definitiva, más eslabones en nuestra cadena siempre incompleta. Sabemos que la vida es una continua sucesión de pleamares y bajamares y eso debería bastarnos para que nos sintiéramos responsables, pero volviendo a la reflexión inicial parece que nos sentimos mucho más identificados con nuestro papel de víctimas. Muchos incluso son tan expertos en eso que son capaces de introducir el sentimiento de culpa por lo que les sucede aunque no estén dispuestos a mover un solo dedo para evitar que les vuelva a suceder. Esos son los grandes maestros de la manipulación y conviene estar atentos. Diría más, preguntarnos si somos uno de ellos.
En el plano local la situación no es tan disímil, las imágenes nos nublaron la visión y la capacidad de reflexionar y entender cuales eran nuestras prioridades. Quedamos mirando el sol por el gran triunfo de Sra. Priscilla Castillo, pero quedamos bajo el agua en cuanto a nuestra representatividad de concejales estrictamente local. Somos víctima de nuestra propia incapacidad de reflexión y, como la marea es previsible, cíclica y avisa con tiempo su llegada, seguiremos bajo el agua esperando el compromiso de la comuna por otros largos años y así sucesivamente de acuerdo con las votaciones. Esta es la imagen que veo: Seguiremos observando como se pone el sol en el horizonte marino y tendremos altos y bajos, idas y venidas como la marea.
Ojala los acontecimientos tan precipitados, tanto naturales, como aquellos provocado por la ambición del hombre, nos hagan reflexionar.
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