MIS POEMAS RESUELTOS
Mi cuerpo se esfuma entre la costa y el cerro, por eso solo mi rostro severo se enfrenta al cristal. Mis apellidos inciertos son como la copa de un árbol sin el líquido espumante. Cuando pretendes beberla o escanciarla te das cuenta de su cuerpo vacío. Mejor estrecha mi mano y susurra lo que quieras, será un pacto secreto cuando leas mis poemas.
Cada cierto tiempo se ocultan los secretos tan adentro que se confunden con el alma. El alma saturada de emociones y lagrimas secas, las sacude al viento para que adopten la forma de poemas y sentimientos. Soy provincia, tierra amarga y desusada.
PROVINCIA
Lejos, no es distancia
y sin embargo, es la tierra
lo que duele y te entierra
en la piel hasta tocar tu ausencia.
Como guías viejos sermones
sujetos a los caminos
son las vías de peregrinos
a crecer en la tierra de parrones.
Es tu orgullo natural
el canto del ave
el murmullo del agua
que juega entre un carrizal.
Es tu cielo clareado
un santuario verde azul
que se escribe en Estambul
por la fe del viejo patriarcado.

Los seres humanos con todos sus horrores se incrustan en el espacio, bajo la tierra y en las insondables aguas azules. Después de un tiempo, enredados en sus escombros, se ciegan a los ruegos de las deidades eternas. Casi en el abandono, se gobiernan por si solos, sepultando la fe junto a sus destrozos.
LEVIANTAN
Expuesto a la mano de Dios
se sacuden los espíritus
en la inmensidad de los cielos
y como locas y encendidas saetas
se incrustan en las sacristías.
Arrecian los males
y las pestilencias
cubren la piel de los seres que vomitan
las palabras necias y desleales.
Por entre las piernas se escurren las serpientes
Los ángeles se disputan los tronos terrestres
y convierten en barro los maderos del Cristo.
Las columnas de la tierra violan la inocencia
y el dinero es la sangre que riega la tierra.
La locura es la sonrisa de los poseídos
y la soberbia es el corcel
con la antorcha de fuego.
Ante todos los ruegos párvulos
los cielos se oscurecen y se levantan.
Detrás de la burla y la mofa humana
y ante nuestros propios ruegos
se revela majestuoso,
la profecía de un leviatán severo.
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